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Perspectivas de la Salvación

Los esenios
Considerable atención se le ha prestado a partir del descubrimiento de los rollos del mar Muerto (1947 en adelante) a este movimiento monástico dentro del judaísmo, y se han hecho diversos intentos de evaluar su contribución a los orígenes neotestamentarios. Por lo que hace a la doctrina de la salvación los esenios de Qumrán compartían el sentido bíblico de la pecaminosidad intrínseca del hombre aparte de Dios, y un notable pasaje se aproxima mucho a la doctrina neotestamentaria de la salvación en el sentido de absolución por la acción de la justicia de Dios, de la Salvación mediante la confianza total en la gracia y misericordia de Dios. Sin embargo, esto no debe resultar enteramente sorprendente, teniendo en cuenta la deuda de los integrantes de Qumrán para con el salterio y los grandes profetas veterotestamentarios. Sería un error destacar excesivamente los puntos de correspondencia; en otros puntos el paralelo con la enseñanza neotestamentaria es mucho más tenue. El universalismo del evangelio cristiano falta totalmente; la salvación no es por cierto para la masa común de los pecadores. Lo que entendía Qumrán en cuanto al Siervo sufriente de Is. 53 es tema de discusión, pero parecería que la profecía se consideraba cumplida en el consejo interno (soÆd_) de la comunidad. Tampoco se puede eludir enteramente el simple hecho de que no hay una sola referencia clara a los esenios en todo el NT.

El gnosticismo
No hay acuerdo sobre la fecha precisa de la enseñanza gnóstica, y el intento de demostrar la dependencia cristiana con respecto a las ideas gnósticas constituye hoy una empresa claramente dudosa. No obstante, hay indicaciones en el NT (1 y 2 Co.; Col.; 1 y 2 Ti.; Tit.; 1 Jn.; Ap.) de que la iglesia primitiva tuvo que distinguir su doctrina de la salvación de las nociones que aparecían incorporadas en doctrinas gnósticas posteriores. En esencia el gnóstico proclamaba la salvación por un conocimiento inmediato de Dios. Este conocimiento era intelectual, por oposición al conocimiento moral, y esotérico en cuanto estaba limitado al círculo elitista de los iniciados. El gnosticismo también enseñaba un dualismo de alma y cuerpo, en el que sólo lo primero resultaba significativo para la salvación; y una jerarquía de intermediarios espirituales y angélicos entre Dios y el hombre. La salvación era la vía de escape del predominio de fuerzas astrológicas y pasiones humanas extrañas mediante el "conocimiento", en respuesta a un "llamado" del mundo divino expresado en el titulado "mito gnóstico-redentor", la leyenda del hombre de los cielos que bajó del mundo de la luz celestial para "salvar" a los hombres "caídos" impartiéndoles este conocimiento secreto.

Como ya se ha sugerido, el intento de ubicar una perspectiva de esta naturaleza en el período precristiano y en consecuencia considerar que ella subyace a las nociones salvíficas del NT está lejos de poder demostrarse. Las evidencias son mucho más compatibles con el punto de vista de que, en la atmósfera religiosa sincretista de la época, ciertas tendencias gnósticas latentes fueron unidas en los siglos II y III a los motivos salvíficos cristianos para producir las doctrinas de las sectas gnósticas que hemos bosquejado arriba, y acerca de las cuales nos enteramos por escritores tales como Ireneo en el período posterior al neotestamentario. Por oposición a formas incipientes de tales nociones sobre la salvación los escritores bíblicos recalcan el alcance universal de la oferta de salvación que hace Dios, su carácter esencialmente moral, la verdadera humanidad y deidad del Mediador, y la centralización de la salvación en los actos históricos de Dios en torno al nacimiento, la vida, la muerte, y la resurrección de Jesucristo.

Las religiones de misterio
Otro punto en el que los escritores neotestamentarios tuvieron que distinguir su doctrina de la salvación de las ideas corrientes es en relación con los cultos de misterio. Este fenómeno del siglo I era una combinación de elementos helenísticos y orientales que tuvieron su origen en antiguos ritos de fertilidad. Pretendían ofrecer "salvación" del destino o la suerte, y una vida más allá de la tumba libre de las condiciones insatisfactorias y opresivas del presente. La salvación se lograba mediante la meticulosa realización de ciertos rituales cúlticos. En algunos puntos aparece un lenguaje similar al del NT. A los iniciados se les podía llamar "nacidos de nuevo para la vida eterna". Algunas deidades cúlticas tales como Dionisos adquirieron el título de "Señor y Salvador". Se han alegado vínculos con la teología cristiana, particularmente en el nivel sacramental, por cuanto se conocían las ilustraciones sagradas, o ceremonias de purificación, y la idea de la unión con los dioses en una comida solemne. No obstante, incluso con un examen superficial las diferencias con el mensaje cristiano y la vida de las comunidades cristianas primitivas son claras y obvias. En las religiones de misterio la salvación era esencialmente no moral. Del fiel "salvo" no se esperaba que fuese mejor que su vecino pagano, y tampoco lo era en la mayoría de los casos. El elemento racional ocupaba un lugar mínimo; no había grandes actos salvíficos, y por consiguiente tampoco grandes afirmaciones teológicas sostenidas en común.

Los pretendidos paralelos con la enseñanza bautismal y eucarística cristianas (paulinas) tampoco tienen fundamento, como se ha demostrado con bastante claridad; las evidencias indican más bien la deuda del apóstol para con la historia bíblica de la salvación centrada en el portentoso acto redentor de Dios en Jesucristo.

El culto imperial
El antiquísimo espejismo de la salvación por medio del poder y la organización políticos se reflejaba en el siglo I en el culto imperial. El mito de un Rey-Dios que fuera salvador y benefactor de su pueblo aparece muy difundido en diversas formas en el mundo antiguo, particularmente en Oriente. En Roma el ímpetu dado a los cultos oficiales surgió de la carrera de Augusto, quien después de Accio en el 31 a.C. estableció la Pax Romana, una edad de oro de paz tras décadas de matanzas sangrientas. Comúnmente se lo nombraba como soµteµr, ‘Salvador del mundo’, y por su vínculo con Julio César, "Hijo de Dios". Aun en el caso de Augusto, sin embargo, se impone cierto grado de precaución, por cuanto está demostrado que el título soµteµr de ningún modo estaba limitado al emperador, y tampoco estuvo siempre investido de plenas inferencias orientales. Los sucesivos emperadores del siglo I evidenciaron variados grados de entusiasmo por lo que se afirmaba con respecto a ellos en el culto oficial. Calígula, Nerón, y Domiciano por cierto que tomaban en serio su statu divino, y este hecho puede hasta cierto punto explicar algunas instancias en que se usa el título en relación con Jesucristo y el Padre en el NT (1 Ti. 1.1; 4.10; Tit. 1.3; 3.4; 1 Jn. 4.14; Jud. 25; Ap. 7.10; 12.10; 19.1).

Síntesis
En general, aun cuando hay paralelos claros en lo que hace a lenguaje, la dependencia de la doctrina de la salvación cristiana con respecto a estos movimientos contemporáneos no ha sido demostrada de ninguna manera. Por cierto que al intentar comunicar el evangelio a sus contemporáneos los predicadores y escritores neotestamentarios no tenían reparos en traducir el mensaje, incluido el lenguaje de la salvación, a los patrones conceptuales del siglo I, pero el verdadero origen y justificativo de su lenguaje salvífico se encuentra fuera de dicho mundo, en la tradición de la historia salvífica del AT, centrada y cumplida en la persona y la misión de Jesucristo.