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Diácono

Se traduce "diácono" en Fil. 1.1, mientras que en 1 Ti. 3 traduce "diácono" dos veces, y otras dos "diaconado"; pero el vocablo griego que así se representa, diakonos (‘ministro’ o ‘sirviente’) aparece unas 30 veces en el NT, y sus cognados diakneoµ (‘ministrar’) y diakonia (‘ministerio’) aparecen, entre las dos, otras 70 veces. En la mayor parte de la centena de casos en que aparecen estos términos no hay ningún indicio de significado técnico que se refiera a funciones especializadas en la iglesia; en unas pocas es necesario considerar hasta qué punto diakonos y sus cognados han adquirido tal connotación.



I. Derivación

Básicamente, diakonos es un servidor, y a menudo el que sirve a la mesa, o sea camarero. En tiempos helenísticos también llegó a representar a ciertos funcionarios del culto y el templo, que sirvieron de base al uso técnico cristiano. El sentido más general es común en el NT, ya sea para los sirvientes reales (Mt. 22.13) o para un servidor de Dios (1 Ts. 3.2). En un solo pasaje Pablo describe a Epafras como "diácono" de Cristo y a sí mismo como "diácono" del evangelio y de la iglesia (Col. 1.7, 23, 25). Otros ejercen diakonia hacia Pablo (Hch. 19.22; Flm. 13 y quizás Col. 4.7; Ef. 6.21); el contexto muestra que en estos casos se trataba de sus ayudantes en la obra evangelística. Buscar aquí el origen de la idea posterior del obispo con su diácono es forzar el lenguaje. En otras palabras, diakonia se aplica aquí especialmente a la predicación y la obra pastoral.

En el NT, sin embargo, este término nunca pierde completamente su relación con la provisión de necesidades materiales y el cumplimiento de servicios (por ejemplo, Ro. 15.25 en el contexto; 2 Co. 8.4). El camarero sigue siendo diakonos (Jn. 2.5, 9); el acto de Marta de servir la mesa (Lc. 10.40) y la atención de la suegra de Pedro (Mr. 1.31) son casos de diakonia. La insistencia de Cristo en que su venida tenía por objeto servir (Mr. 10.45) debe considerarse a la luz de esto. Es significativo el hecho de que en Lc. 22.26 siguientes la afirmación de Cristo esté ubicada en el contexto del servicio a la mesa. El Señor es el diácono por excelencia, el que sirve a la mesa de su pueblo. Y como nos muestran estos pasajes, el "diaconado" es, en este sentido, una marca de toda su iglesia.



II. El diaconado en el Nuevo Testamento

Como hemos visto, existía una analogía contemporánea para los "diáconos" como funcionarios del culto. Por lo tanto, cuando vemos que se saluda a la iglesia "con los obispos y diáconos" (Fil. 1.1), es natural que pensemos que es una referencia a dos clases particulares dentro de ella. Es verdad que se puede ver más bien los elementos "dirigentes" y "servidores", que juntos forman la iglesia, pero es dudoso que pueda aplicarse esto a 1 Ti. 3, pasaje en el que vemos una lista de cualidades para los obispos, inmediatamente seguida por una lista paralela para los diaconos: sobriedad, rectitud, no ser dados a excesos y avaricia, probidad. Son cualidades particularmente apropiadas para aquellos cuyas responsabilidades son las finanzas y la administración, y la prominencia del servicio social en la iglesia primitiva haría de diakonos un término especialmente adecuado para tales personas, y aun más dado que la fiesta de amor, que literalmente comprendía servicio a la mesa, era un medio regular de ejercer la caridad. Si bien diakonia es una marca de toda la iglesia, también es un don especial—paralelo a la profecía y la administración, pero diferente del ofrendar generoso—que debe ser ejercido por los que lo poseen (Ro. 12.7; 1 P. 4.11). Y si bien podemos con justicia llamar "diácono" a todo servidor de Cristo, es un término que puede aplicarse particularmente a los que ministran, como Febe (Ro. 16.1), de las formas mencionadas. Pero es incierto que el diaconado haya existido universalmente bajo este nombre, o que, por ejemplo, "los que ayudan" en Corinto (1 Co. 12.28) fueran equivalentes a los "diáconos" de Filipos. Poco hay que sugiera que en la época del NT el término "diácono" llegara a adquirir un sentido mayor que el de un térmimo semitécnico, o que tenga alguna relación con el h\azzaµn judío (Sinagoga). Es significativo el que, inmediatamente después de enumerar las cualidades de los diáconos, Pablo retorna al sentido general de la palabra al exhortar a Timoteo mismo (1 Ti. 4.6; 1 P. 4.10 con 4.11).

A menudo se considera que el relato de Hch. 6 sobre el nombramiento, por parte de la iglesia de Jerusalén, de siete hombres aprobados para supervisar la administración del fondo para las viudas, constituye la institución formal del diaconado. Es dudoso que haya base suficiente para pensar así. Si dejamos de lado las teorías que no se pueden probar pero que consideran que esos siete constituían la contrapartida helenística de los Doce, podemos notar, primero, que nunca se les llama "diáconos" a los siete, y segundo, que en las ocasiones en que se emplean los cognados se los aplica igualmente a la diakonia de la Palabra ejercida por los Doce (versículo 4) como a la de las mesas (ya sea en relación con comidas o con dinero) que ejercían los siete (versículo 2). La imposición de manos es demasiado común en Hch. para que la consideremos como una etapa especial en este caso (Ordenación), y la actividad de Esteban y de Felipe muestra que los siete no tenían como único cometido el servicio de las mesas.

No podemos descartar fácilmente, sin embargo, ciertas afirmaciones de que el lugar que asigna Lucas al incidente refleja su parecer en cuanto a su elevada significación. Se trata de "uno de esos hechos representativos que conforman casi enteramente la primera parte de su relato". Su significación reside, sin embargo, no en la institución de un orden en la jerarquía ministerial, sino en el hecho de ser el primer ejemplo de la delegación de responsabilidades administrativas y sociales en quienes tenían carácter y dones apropiados, y que resultaría típica de las iglesias gentiles, y el reconocimiento de tales deberes como parte del ministerio de Cristo.

El uso eclesiástico institucionalizó y limitó la concepción neotestamentaria. La literatura no canónica primitiva reconoce la existencia de diáconos, sin especificar sus funciones. En la literatura posterior vemos a los diáconos ocupándose de funciones tales como la atención de los enfermos, lo que debe haber formado parte de la diakonia cristiana en tiempos apostólicos; pero sus deberes en la eucaristía (por la vía del servicio en las mesas durante la comida comunal [?]), y sus relaciones personales con el obispo monárquico se tornaron cada vez más prominentes. La limitación ocasional del diaconado a siete se debe probablemente a una deliberada arcaización.