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Prostitución

Entrega del cuerpo para fines eróticos por una remuneración o dádiva. Se distingue de la Fornicación por su carácter comercializado. En la Reina Valera 1960, La palabra aparece como sustantivo tres veces y como verbo, trece ( por ejemplo, Jue 8.27; 2 R 23.7). Pero la idea y el concepto se aplican figurativamente también a la profanación de valores (Sal 106.39) y a la entrega de uno mismo a otros poderes o dioses, y no a Jehová (Lv 20.5, 6).

En su sentido literal, la prostitución puede referirse a cualquiera de los sexos (Gn 19.1–11), aunque la práctica de la Ramera dedicada comercialmente al placer de sus amantes masculinos es la forma más ordinaria de la misma (Jos 2.1). Algunos consideran que esta, «la más antigua profesión», comenzó como deber religioso en que la mujer entregaba su cuerpo al sacerdorte en sacrificio. Según el historiador Herodoto, toda mujer babilonia debía trasladarse una vez en su vida al Templo de Venus, allí venerada como Hellita, para entregarse a un extraño.

También existía una forma de prostitución que constituía un gesto máximo de hospitalidad: por una noche se entregaba al huésped la propia esposa, el hijo, la hija o la sirvienta. Probablemente Lot se basó en dicha costumbre pagana para ofrecer sus hijas a los hombres violentos de su pueblo (Gn 19.8), pueblo que dio nombre a la Sodomía.

Las tres rameras más famosas de la Biblia son Rahab, quien defendió la vida de los espías de Israel y se salvó por su fe (Heb 11.31); Gomer, esposa del profeta Oseas (Os 1.1ss); y, según la creencia común, Maria Magdalena, abnegada seguidora de Jesús (Mt 27.56). De estas, la segunda es escogida por Dios, por su infidelidad y mala relación con su esposo, para representar simbólicamente la infidelidad y prostitución espiritual del pueblo de Israel para con su Dios. En este drama se subraya la paciencia y misericordia de Dios para con su pueblo electo.