Proverbios ofrece enseñanzas teóricas y prácticas acerca de la vida de dos maneras principales. Caps. 1–9 son mayormente estímulos para una vida moral (ver., p. ej. 1:8–19). Estos sermones están en verso, pero la forma poética es de menos importancia que el hacer entender el mensaje, y gran parte de los versos están en un estilo libre. Los capítulos tienen dos énfasis principales: prestar oído a la enseñanza del sabio, y evitar relaciones adulterinas con mujeres. Los dos temas están relacionados entre sí: la infidelidad sexual es la suprema necedad.
En el cap. 10 la atmósfera cambia. El formato mayormente se convierte en dichos de un versículo unidos de un modo u otro, pero cada dicho completo en sí mismo. Los temas se expanden y son muy diversos. Entre los temas repetidos, además de los de la sabiduría y las relaciones sexuales, están la naturaleza de la justicia, el uso de las palabras, las relaciones en la comunidad y el trabajo, la riqueza y la dignidad real (17:1–5 es un ejemplo).
El último tercio del libro (22:17–31:31) comprende cinco colecciones más de material, mezclado en su contenido y también en su forma. Estas reúnen muchos dichos más de un versículo, algunas unidades más largas, y un poema final de 22 versículos. Tanto los sermones como los dichos muestran los rasgos poéticos normales en los Profetas u otros libros, y ciertamente tienden a ser más regulares que la poesía en otros lugares del AT. Por lo general cada versículo contiene una unidad de pensamiento si no una oración en sí, y consiste de dos medias líneas que se complementan, completan o contrastan entre sí. A menudo su significado está entrelazado y las líneas son dependientes una de otra. Así, 10:1 implica que un hijo sabio es un gozo para el padre y la madre, un hijo necio es tristeza para ambos. Por lo general, las medias lí neas que se complementan constan de sólo tres palabras, y así, tres énfasis; el heb. con frecuencia forma palabras compuestas, pero el lector en castellano puede a menudo percibir cuáles son las palabras im portantes en cada línea alrededor de las cuales las palabras pequeñas se agrupan, y así ver dónde están los énfasis. En 1:2–4 se halla un ejemplo de todos estos rasgos.
El material en Prov. puede reflejar tres trasfondos sociales: la vida de la familia, la sala de justicia y la escuela teológica. Primero, los maestros hablan a menudo como padre y madre a los oyentes como si fueran sus hijos. Mientras que este modo de hablar puede ser en parte metafórico, tras él está la implicación de que el hogar es el lugar natural para enseñar y aprender acerca de la vida, la sabiduría y la senda de la justicia (cf. 2:6). El primer trasfondo probable del material en Prov. es la vida de la familia y del clan.
Segundo, en otras culturas del Medio Oriente la enseñanza de la sabiduría era acopiada bajo patrocinio real, como recursos de preparación para la nobleza para su tarea en la corte. El contenido de Prov. no señala principalmente en esta dirección; se relaciona con la vida de la gente en general, pero las referencias a Salomón y a otros reyes en los encabezamientos de las colecciones, tanto como las referencias a la realeza y a los asuntos nacionales en algunos dichos, sugieren que los colegios de la corte donde la gente se preparaba para el servicio del rey pueden haber sido un contexto en el que el material era usado y coleccionado.
Tercero, a veces el material refleja un interés en cuestiones teológicas, tales como la creación y la revelación (ver. 3:19, 20; 8:22–31; 30:2–6) como también en asuntos más prácticos de la vida. El trasfondo de este material puede haber sido discusiones en la escuela donde se preparaban los teólogos, intérpretes de las Escrituras o escribas, a las cuales Sirac invitaba a las personas que deseaban entender los caminos de Dios (Ecl. 51:23).
Sabemos poco respecto a la paternidad literaria o la fecha real del material en Prov. El más antiguo se encuentra entre lo que podía naturalmente ser utilizado en la vida de familia, como vimos arriba. Este puede haberse originado mucho antes de los días de Salomón, y antes de la existencia de Israel en Palestina, aunque se iría incrementando y desa rrollando al continuar la vida familiar. Las enseñanzas que sugieren la vida en la corte pertenecen presumiblemente a los siglos desde David hasta el exilio. (En cuanto a la relación de Salomón con ello, véase más adelante el comentario sobre 1:1.) El material más teológicamente reflexivo puede proceder del período del segundo templo; éste provee el trasfondo literario final (caps. 1–9 y 30, 31) pa ra nuestra lectura del grueso del libro con sus asuntos mayormente más prácticos.
Prov. toma una visión experimental, casi científica de la vida. Mira a la vida misma para discutir directamente cómo ver a la vida (grandes preguntas acerca de su significado y otras prácticas res pecto a nuestro entendimiento de temas tales como la amistad, el matrimonio y la familia), y cómo vivir la vida sobre la base de ese entendimiento. Entiende la sabiduría como pensar y vivir de acuerdo a cómo son en realidad las cosas. La necedad es una manera de pensar y vivir que ignora cómo son realmente las cosas.
Intentar formular y coleccionar la enseñanza de la sabiduría asume que no estamos limitados a aprender de nuestra propia experiencia; también aprendemos de las de otros. Los maestros sabios de Is rael, tomando de su propia experiencia y de la de otras personas, nos ofrecen discernimientos que pueden ayudarnos a dar sentido a experiencias que hemos tenido, y a hacer lo correcto en el futuro.
Considerado teológicamente, Prov. comienza con la revelación general de Dios que está a disposición de las personas porque ellas están hechas a su imagen y viven en su mundo. Precisamente porque sabe que Dios es real, que las per sonas están hechas a su imagen, y que viven en su mundo, asume también que la moralidad y la fe son parte de la vida misma tal como las personas la experimentan.
Los cristianos están permitiendo continuamente ser influenciados por la sabiduría y la experiencia humanas. Prov. anima eso. También nos ofrece alguna guía sobre cómo proceder y cómo no ha cerlo. Asume que el mundo real incluye asuntos de fe y convicción moral, y coloca nuestra experiencia en un sentido estricto opuesto a los trasfondos de éstos; coloca juntos el conocimiento, la religión y la moral. Insistirá en que los principios de educación, consejería y negocios, p. ej. están formados en conjunción con consideraciones religiosas y morales, y no independientemente de ellas. De este modo dice a la vez un “sí” y un “no”, o un “sí, pero” a aquello que aprendemos del mundo.
Luego tenemos el Pr. 4:20-27 Un llamado a guardar el corazón y la vida
De nuevo un llamado a intensa atención lleva a la promesa de vida y salud (20–22). Eso introduce consejo respecto a guardar la persona total: corazón, habla, mirada y el andar (23–27). La persona interior debe ser recta, porque eso es la fuente de todo lo demás; pero la conducta exterior no queda librada sólo a surgir de aquella. Tenemos que dar atención a hablar, mirar y caminar rectamente.
Finalmente entendemos por Corazón, (heb. leµb_ o leµb_aµb_; gr. kardia). Este término se emplea con referencia a la parte central de las cosas (Dt. 4.11, °vm mg; Jon. 2.3; Mt. 12.40); la raíz de la palabra heb., que es oscura, quizá signifique centro.
Las referencias al órgano físico como tal son pocas y nada específicas. La más clara es 1 S. 25.37. En 2 S. 18.14 y 2 R. 9.24 el significado parece ser más amplio, indicando los órganos internos en general, especialmente dado que, en el pasaje anterior, Absalón permaneció vivo después de que tres dardos le atraversaran el “corazón”. Pero esta falta de definición fisiológica precisa es típica del pensamiento hebreo, particularmente con respecto a los órganos internos. En Sal. 104.15, por ejemplo, lo que se come y bebe afecta el “corazón”, y aun cuando esto puede no ser cierto en sentido fisiológico preciso, por cierto que lo es en la experiencia, si se considera que la palabra “corazón” significa, como se sugiere abajo, el hombre interior, en sentido amplio.
Los hebreos consideraban la experiencia subjetiva más bien que la observación objetiva y científica, y de este modo evitaban el error moderno de la hiperdepartamentalización. Se trataba esencialmente del hombre completo, con todos sus atributos, físicos, intelectuales, y psicológicos, en el cual pensaba y del cual hablaba el hebreo, y el corazón se concebía como el centro que lo gobernaba todo. Es el corazón el que hace que el hombre, o la bestia, sea lo que es, y el que gobierna todas sus acciones (Pr. 4.23). El carácter, la personalidad, la voluntad, la mente, son términos modernos que reflejan todos algo del significado del término “corazón” en su uso bíblico. (Pero cf. * Cuerpo, donde se hace mención de la sinécdoque.)
H. Wheeler Robinson ofrece la siguiente clasificación de los diversos sentidos en que se usan las palabras leµb_ y leµb_aµb.
a. Físico o figurado (“medio”; 29 veces).
b. Personalidad, vida interior, o carácter en general (257 veces, p. ej. Ex. 9.14; 1 S. 16.7; Gn. 20.5).
c. Estados emocionales conscientes, que se encuentran en un amplísimo espectro (166 veces); embriaguez (1 S. 25.36); gozo o tristeza (Jue. 18.20; 1 S. 1.8); ansiedad (1 S. 4.13); valentía y temor (Gn. 42.28); amor (2 S. 14.1).
d. Actividades intelectuales (204 veces); atención (Ex. 7.23); reflexión (Dt. 7.17); memoria (Dt. 4.9); entendimiento (1 R. 3.9; °vm inteligencia); habilidad técnica (Ex. 28.3; cf. °vp, °nbe).
e. Volición o propósito (195 veces; 1 S. 2.35); se trata de uno de los usos más característicos del término en el AT.
El uso en el NT es muy semejante, y C. Ryder Smith escribe acerca del mismo en los siguientes términos: “(El corazón) no pierde enteramente su referencia física, porque es de ‘carne’ (2 Co. 3.3), pero es el asiento de la voluntad (p. ej. Mr. 3.5), del intelecto (p. ej. Mr. 2.6, 8), y del sentimiento (p. ej. Lc. 24.32). Esto significa que ‘corazón’ se acerca más que otros, entre los términos del NT, al significado de ‘persona’.”
No hay indicios en la Biblia de que el cerebro sea el centro del estado consciente, del pensamiento, o de la voluntad. Es el corazón el que ocupa este lugar, y si bien también se usa en relación con las emociones, más frecuentemente son los órganos inferiores (Entrañas, etc.), en la medida en que se los distingue, los que se relacionan con las emociones. Como afirmación amplia y general, es cierto que la Biblia coloca el asiento de lo psicológico en un nivel anatómico inferior en comparación con la mayor parte del lenguaje popular moderno, que usa la palabra “mente” para el estado consciente, el pensamiento, y la voluntad, y “corazón” para las emociones.
La palabra “mente” posiblemente sea el término moderno que más se acerca al uso bíblico de la palabra “corazón”, y muchos pasajes en la °nbe, por ejemplo, se traducen así (p. ej. Ec. 1.17; Pr. 16.23). “Corazón” es, empero, un término más amplio, y la Biblia no distingue los procesos racionales o mentales en la forma en que lo hace la filosofía griega.
C. Ryder Smith sugiere que “el principal mandamiento probablemente significa ‘Amarás (agapaµn) al Señor tu Dios con todo tu corazón, e. d. con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas’ (p. ej. Mr. 12.30, 33).”
El corazón del hombre no siempre obra así, sin embargo. No es lo que debiera ser (Gn. 6.5; Jer. 17.9), y el AT llega a su punto culminante cuando entiende que hace falta un cambio de corazón (Jer. 24.7; Ez. 11.19), y esto, naturalmente, se cumple en el NT (Ef. 3.17).
Están las personas excepcionales cuyo corazón está bien con Dios (1 R. 15.14; Sal. 37.31; Hch. 13.22), si bien resulta obvio por lo que sabemos acerca de David, el ejemplo al que se hace referencia en el último pasaje, que esto no es verdad en sentido absoluto, sino que todavía hacen falta el arrepentimiento y la conversión (2 R. 23.25, de Josías).
La actitud adecuada del corazón comienza cuando se quebranta (Sal. 51.17), lo cual es simbólico de humildad y penitencia, y sinónimo de “espíritu quebrantado” (ruÆah). Este quebrantamiento es necesario porque se trata de un corazón duro o de piedra, que no se somete a la voluntad de Dios (Ez. 11.19). Alternativamente, es el corazón “engrosado” o “incircunciso” el que no responde a la voluntad de Yahvéh (Is. 6.10; Ez. 44.7)
Yahvéh conoce el corazón de cada cual, y no se deja engañar por las apariencias externas (1 S. 16.7), pero una oración digna es, no obstante, la que pide que él examine y conozca el corazón (Sal. 139.23), y lo limpie (Sal. 51.10). Un “corazón nuevo” ha de ser el anhelo del malo (Ez. 18.31), y eso significará que la ley de Dios ya no será simplemente algo externo sino algo “escrito en el corazón” (Jer. 31.33), y algo que lo purifica.
Así es como el corazón, fuente de todos los deseos, tiene que ser guardado (Pr. 4.23), y el maestro procura encaminar el corazón del alumno hacia el buen camino (Pr. 23.26).
Son los puros de corazón los que verán a Dios (Mt. 5.8), y cuando Cristo mora en el corazón por la fe es cuando los santos pueden comprender el amor de Dios (Ef. 3.17).