Adulterio

Relación sexual entre una persona casada y otra que no sea su cónyuge legal. Sin embargo, en una cultura donde la poligamia se aceptaba, la unión sexual entre un hombre casado y sus concubinas no se consideraba adulterio.

Bajo la Ley de Moisés este pecado se castigaba con la muerte, ya fuese por apedreamiento o fuego (Lv 20.10; 21.9; Dt 22.22–24; Jn 8.5, 6). Debido a que la pena de muerte solo se podía aplicar en el caso de que se sorprendiera a la persona en el acto mismo (Jn 8.4), el cónyuge acusado tenía que someterse a ciertos procedimientos acordados para establecer su culpabilidad o inocencia (Nm 5.11–31). No obstante la Ley Mosaica, cuando el rey David se arrepintió de su pecado de adulterio, Dios lo perdonó (2 S 11.2–5; Sal 51.1, 2).

Cristo también perdonó a la mujer sorprendida en adulterio, pero sin obviar la gravedad del cargo (Jn 8.11). En el Nuevo Testamento el Señor señala que al adulterio no se comete únicamente por el acto en sí, sino también por mirar a una mujer para codiciarla, dando a entender que la sed de este, como de todo pecado, está en el Corazón (Mt 5.27, 28).

Nuestro Señor señala el adulterio como el único motivo de Divorcio (Mt 5.32; 19.3–12). El término Fornicación debe entenderse en estos pasajes como sinónimo de adulterio. Pablo parece dar otra causa en 1 Co 7.10–15.

El adulterio es un pecado contra la santidad del hogar al que todo hombre está expuesto. Por esta razón, siempre se debe tener muy presente la advertencia de Cristo (Mt 5.27, 28) y elevar diariamente la oración de David (Sal 51.2, 10–12).