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Pentateuco

Los primeros cinco libros del AT ((Génesis; Éxodo; Levitico; Numeros; Deuteronomio - Gn., Ex., Lv., Nm., Dt.) constituyen la primera sección, y la más importante, de las tres partes que comprenden el canon judaico. Conocida generalmente por los judíos como seµfer hattoÆraÆ, ‘libro de la ley’, o hattoÆraÆ, ‘la ley’, el Pentateuco (griego pentateujos, ‘[libro] en cinco tomos’) se conoce también como los "cinco quintos de la ley". Desde hace un siglo aproximadamente, muchos altos críticos, siguiendo a Alejandro Geddes (ca. 1800), han tendido a ignorar la división tradicional, inclinándose por un "hexateuco" que comprende el Pentateuco más Josué. Por otra parte, I. Engnell ha propuesto la palabra "tetrateuco" para separar al libro de Deuteronomio de los primeros cuatro libros. Los presupuestos críticos que están en la base de estas sugestiones se examinan abajo.

La antigüedad de la división en cinco libros la confirman el Pentateuco samaritano y la LXX, que le dieron a los libros sus nombres tradicionales; los judíos los identifican con la primera palabra o frase. Las divisiones entre los libros las motivaron tanto los temas como consideraciones de orden práctico: los rollos de papiro sólo podían contener alrededor de una quinta parte de la toÆraÆ. La tradición judía establece que debe leerse una sección de la ley por semana en la sinagoga. Llevaba tres años completar el Pentateuco en Palestina. El leccionario moderno, en el que el Pentateuco se lee completo en un año, proviene del que se usaba en Babilonia. Es muy posible que se leyese un salmo junto con la lectura tradicional de los escritos proféticos (haft\aµraÆ). Los cinco libros del salterio probablemente han sido acomodados al esquema del Pentateuco.

Las referencias al Pentateuco en el AT están restringidas mayormente a los escritos del Cronista, que se vale de varias designaciones: la ley (Esd. 10.3; Neh. 8.2, 7, 14; 10.34, 36; 12.44; 13.3; 2 Cr. 14.4; 31.21; 33.8); el libro de la ley (Neh. 8.3); el libro de la ley de Moisés (Neh. 8.1); el libro de Moisés (Neh. 13.1; 2 Cr. 25.4; 35.12); la ley de Jehová (Esd. 7.10; 1 Cr. 16.40; 2 Cr. 31.3; 35.26); la ley de Dios (Neh. 10.28–29); el libro de la ley de Dios (Neh. 8.18); el libro de la ley de Jehová (2 Cr. 17.9; 34.14); el libro de la ley de Jehová su Dios (Neh. 9.3); el libro de Moisés, siervo de Dios (Dn. 9.11; cf. Mal. 4.4). No se puede saber con seguridad si las referencias a la ley en los escritos históricos se refieren al Pentateuco como tal o a partes de la legislación mosaica, por ejemplo la ley (Jos. 8.34); el libro de la ley (Jos. 1.8; 8.34; 2 R. 22.8); el libro de la ley de Moisés (Jos. 8.31; 23.6; 2 R. 14.6); el libro de la ley de Dios (Jos. 24.26).

El NT usa designaciones similares: el libro de la ley (Gá. 3.10); el libro de Moisés (Mr. 12.26); la ley (Mt. 12.5; Lc. 16.16; Jn. 7.19); la ley de Moisés (Lc. 2.22; Jn. 7.23); la ley del Señor (Lc. 2.23–24). Las descripciones del Pentateuco en ambos testamentos sirven para recalcar su paternidad divina y humana, su autoridad como la ley obligatoria, y su forma escriturada en el libro.



I. Contenido

El Pentateuco narra las relaciones de Dios con el mundo, y especialmente con la familia de Abraham, desde la creación hasta la muerte de Moisés. Consta de seis divisiones principales. Primero, el origen del mundo y las naciones (Gn. 1–11). Esta sección describe la creación, la caída del hombre, los comienzos de la civilización, el diluvio, la tabla de las naciones, y la torre de Babel. Segundo, el período patriarcal (Gn. 12–50) narra el llamado de Abraham, la iniciación del pacto abrahámico, la vida de Isaac, de Jacob, y de José, y el traslado del clan objeto del pacto a Egipto. Tercero, Moisés y el éxodo de Egipto (Ex. 1–18). Cuarto, la legislación en Sinaí (Ex. 19.1-Nm. 10.10), que incluye la entrega de la ley, la construcción del tabernáculo, el establecimiento del sistema levítico, y los preparativos finales para el viaje de Sinaí a Canaán. Quinto, las peregrinaciones en el desierto (Nm. 10.11–36.13). Esta sección describe la partida de Sinaí, la aceptación del informe mayoritario de los espias, el juicio consiguiente de Dios, el encuentro con Balaam, la desición de Josué como sucesor de Moisés, y la distribucióm de la tierra entre las doce tribus. Sexto, los últimos discursos de Moisés (Dt. 1–34) recapitulan los acontecimientos del éxodo, repiten y amplían los mandamientos sinaíticos, clarifican lo relacionado con la obediencia y la desobediencia, e incluyen las bendiciones para las tribus, que están preparadas para entrar en Canaán. Esta sección termina con la críptica descripción de la muerte y sepultura de Moisés.



II. Paternidad y unidad

Durante siglos tanto el judaísmo como el cristianismo aceptaron sin cuestionamiento la tradición bíblica de que Moisés escribió el Pentateuco. El único punto discutido era en relación con el relato de la muerte de Moisés en Dt. 34.5ss. Filón y Josefo afirman que Moisés relató su propia muerte, mientras que el Talmud acredita a Josué ocho versículos de la toÆraÆ, presumiblemente los últimos ocho.


a. La crítica del Pentateuco hasta 1700 d.C.

La tradición expresada en 2 Esdras 14.21–22, de que los rollos del Pentateuco, quemados en el sitio de Jerusalén por Nabucodonosor, fueron escritos nuevamente por Esdras, aparentemeate fue aceptada por los Padres de la iglesia primitiva, por ejemplo Ireneo, Tertuliano, Clemente de Alejandría, Jerónimo. Sin embargo, no rechazaban la paternidad mosaica de la ley original. El primer indicio escrito del rechazo de dicha paternidad es la afirmación de Juan de Damasco relativa a los nasarenos, secta de cristianos judíos. Las Homilías clementinas enseñan que hubo interpolaciones diabólicas en el Pentateuco para tratar de hacer aparecer a Adán, Noé, y los patriarcas en posición desfavorable. Cualquier pasaje que no guardase armonía con las suposiciones ebionitas del autor resultaba sospechoso en este primer intento de realizar alta crítica. Entre las piedras de tropiezo a la fe que Anastasio el sinaítico, patriarca de Antioquía (s. VII d.C.), intentó eliminar estaban las cuestiones relacionadas con la paternidad mosaica del Génesis, y las supuestas discrepancias que contenía dicho libro.

Durante la época medieval, estudiosos judíos y musulmanes comenzaron a señalar supuestas contradicciones y anacronismos en el Pentateuco. Por ejemplo, Ibn Ezra, siguiendo una sugestión del rabí Isaac ben Jasos de que Gn. 36 fue escrito en fecha no anterior al reinado de Josafat por cuanto menciona a Hadad (Gn. 36.35; 1 R. 11.14), sostuvo que pasajes tales como Gn. 12.6; 22.14; Dt. 1.1; 3.11 eran interpolaciones.

El reformador A. B. Carlstadt (1480–1541), al observar que no había cambio alguno en el estilo literario de Deuteronomio antes y después de la muerte de Moisés, negó que Moisés hubiese escrito el Pentateuco. Un católico romano belga, Andreas Masius, escribió un comentario sobre Josué en el que atribuía a Esdras ciertas interpolaciones en el Pentateuco. Posiciones similares mantuvieron dos eruditos jesuitas, Jacques Bonfrère y Benedict Pereira. Dos filósofos famosos contribuyeron a preparar el camino para los modernos propulsores de la alta crítica al hacerse eco, en algunos de sus escritos contemporáneos de mucha circulación, de las críticas a la unidad de la ley: Thomas Hobbes atribuyó a Moisés todo aquello que se le atribuía en el Pentateuco, pero sugirió que otras partes fueron escritas más bien acerca de Moisés que por él mismo; Benedicto Espinosa llevó más lejos las observaciones de Ibn Ezra al notar la presencia de repeticiones y supuestas contradicciones, y llegar a la conclusión de que Esdras, que escribió el mismo Deuteronomio, compiló el Pentateuco sobre la base de una cantidad de documentos (algunos mosaicos). La crítica del Pentateuco en el siglo XVII alcanzó su punto máximo en las obras del católico romano Richard Simon y el arminiano Jean LeClerc en 1685. LeClerc respondió al punto de vista de Simon de que el Pentateuco era una compilación basada en muchos documentos, tanto de origen divino como humano, afirmando que el autor debía de haber vivido en Babilonia entre el 722 a.C. y la época de Esdras.

b. La crítica del Pentateuco entre 1700 y 1900 d.C.

(i) La cuestión de la paternidad mosaica. A pesar de las cuestiones planteadas por católicos, protestantes, y judíos en el período considerado arriba, la gran mayoría de los estudiosos y legos se aferraron a la creencia en la paternidad mosaica. Se llegó a un hito en la crítica del Pentateuco en 1753, cuando el médico francés Jean Astruc publicó su teoría de que Moisés había compuesto el Génesis basándose en dos meŒmoires antiguas principales y una cantidad de documentos más cortos. La clave para la identificación de las dos meŒmoires surgía del uso de los nombres divinos: una empleaba Elohim; la otra, Yahweh. Astruc sostuvo la paternidad mosaica de Génesis, pero propuso su teoría de las fuentes múltiples para dar cabida a algunas de las repeticiones y supuestas discrepancias que habían notado los críticos. J. G. Eichhorn amplió los conceptos de Astruc para dar lugar a lo que se denomina "la teoría documentaria primitiva". Abandonando la paternidad mosaica, atribuyó la edición definitiva de los documentos elohísta y yahvista de Génesis y Ex. 1–2 a un redactor desconocido. K. D. Ilgen llevó esta teoría documental más lejos todavía cuando descubrió en Gn. 17 fuentes independientes atribuibles a tres autores, dos de los cuales usan Elohim y el otro Yahweh.

Un sacerdote católico romano escocés, Alexander Geddes, ahondó en la identificación de varias de las meŒmoires de Astruc y propuso (entre 1792 y 1800) la teoría fragmentaria, que sostiene que el Pentateuco fue compuesto por un redactor desconocido, basándose en una cantidad de fragmentos que se originaron en dos círculos diferentes: uno elohístico, el otro yahvístico. Dos eruditos alemanes abrazaron esta teoría y la ampliaron: J. S. Vater procuró trazar la formación del Pentateuco a partir de más de treinta fragmentos; W. M. L. De Wette recalcó el carácter comparativamente tardío de buena parte del material legal y, significativamente para las investigaciones posteriores, identificó el libro de la ley de Josías como el de Deuteronomio (en esta identificación se le anticipó Jerónimo 1.400 años antes).

La propuesta de De Wette de un solo documento básico ampliado por numerosos fragmentos fue perfeccionada por H. Ewald, quien en 1831 sugirió que el documento principal debía ser la fuente elohística que contenía el relato desde la creación hasta el libro de Josué, la que recibió los aportes del yahvista, quien fue asimismo el redactor final. Si bien Ewald posteriormente se retractó de esta "teoría complementaria", la misma persistió en los escritos de F. Bleek.

La "nueva teoría documental" fue apadrinada por H. Hupfeld, quien, como Ilgen, encontró tres fuentes independientes en Génesis: el elohísta original (E¹), el elohísta tardío (E²), y el yahvista (J). Un año más tarde, cuando E. Riehm publicó su Die Gesetzgebung Mosis im Lande Moab en 1854, que pretendía demostrar el carácter independiente de Deuteronomio, ya se habían aislado y fechado los cuatro documentos principales en el orden siguiente: E¹, E², J, D.

K. H. Graf (en 1866) dio impulso a la sugestión de E. G. Reuss, J. F. L. George, y W. Vatke, y afirmó que E¹ (llamado P, por el código sacerdotal [del al. Priester], por los estudiosos modernos), en lugar de ser el documento más primitivo, era el más tardío. Luego el debate se centró en la cuestión de si E²(E)JDP(E¹) o JEDP constituiría el orden cronológico correcto. La obra de A. Kuenen, aseguró el triunfo del segundo orden y preparó la escena para la aparición del actor principal en el drama de la crítica del Pentateuco, Julius Wellhausen.

(ii) El criterio de Wellhausen. Las importantes publicaciones de Wellhausen entre 1876 y 1884 dieron a la teoría documental su marco más convincente y popular. Expresado en forma simple, esta teoría sostiene que J (ca. 850 a.C.) y E (ca. 750 a.C.) fueron combinados por un redactor (RJE) alrededor del 650 a.C. Cuando D (leyes deuteronómicas, ca. 621) fue agregado por R (ca. 550) y P (ca. 500–450) por R ca. del 400 a.C., el Pentateuco quedó básicamente completo. La presentación de Wellhausen comprendía más que un mero análisis documental. Relacionó sus estudios críticos con un acercamiento evolucionista a la historia de Israel, que limitaba la historicidad del período patriarcal y tendía a desmerecer la prominencia de Moisés. La religión de Israel avanzó de los simples sacrificios en altares familiares en los días del asentamiento hasta la compleja estructura legalista de Levítico (P), perteneciente a la época de Esdras (Sacerdotes y levitas). En forma semejante, el concepto de Dios que tenía Israel evolucionó a partir del animismo y el politeísmo de la época patriarcal, siguiendo con el henoteísmo de los tiempos de Moisés y el monoteísmo ético de los profetas del siglo VIII hasta llegar al Yahvéh soberano de Is. 40ss.

Tan fundamentales resultaron para la erudición posterior las ideas de Wellhausen que su influencia en los estudios biblicistas ha sido comparada frecuentemente con la de Darwin en las ciencias naturales. Principalmente a través de los escritos de W. Robertson Smith y S. R. Driver, el análisis documental de Wellhausen obtuvo gran aceptación. La siguiente síntesis (algo simplificada) ofrece un bosquejo de las características básicas de los documentos pentateucos según la escuela de Wellhausen.

El relato yahvista (J) procede, según se afirma, de los primeros años de la monarquía (ca. 950–850 a.C.). Alusiones a la expansión territorial (Gn. 15.18; 27.40) y el ascendiente de Judá (Gn. 49.8–12) supuestamente señalan una fecha salomónica. El documento J cuenta la historia de las relaciones de Dios con el hombre desde la creación del universo hasta la entrada de Israel en Canaán. La combinación de majestad y simplicidad que se encuentra en J lo señala como un notable ejemplo de literatura épica, digno de comparación con la Ilíada de Homero. Con origen en Judá, el documento yahvista tiene algunos rasgos literarios distintivos, además de la preferencia por el nombre Yahvéh: ‘criada’; se usa Sinaí en lugar de Horeb; hay frecuentes etimologías populares, por ejemplo Gn. 3.20; 11.9; 25.30; 32.27.

Intensamente nacionalista, el relato J registra en detalle las hazañas de las familias patriarcales, incluso aquellas que no son particularmente dignas de alabanza. Teológicamente J se destaca por sus antropopatismos y antropomorfismos. Dios, en forma cuasi humana, habla y se mueve entre los hombres, aun cuando nunca se pone en duda su trascendencia. Las transparentes biografías de los patriarcas, narradas en forma hábil y sencilla, constituyen un rasgo destacado de J.

El relato elohísta (E) se fecha generalmente alrededor de un siglo después de J, 850–750 a.C. Se ha sugerido origen septentrional (efraimita) para E, sobre la base de la omisión de los relatos de Abraham y Lot, que se centran en Hebrón y las ciudades de la llanura, y la importancia que se asigna a Bet-el y Siquen (Gn. 28.17; 31.13; 33.19–20). José, progenitor de las tribus septentrionales de Efraín y Manasés, representa un papel prominente. Más fragmentario que J, E no obstante tiene sus propias peculiaridades estilísticas: "el río" es el Éufrates; se usa la repetición en las menciones directas (Gn. 22.11; Ex. 3.4); En las respuestas a la Deidad se usa la expresión "heme aquí" (hinneµnéÆ).

Si bien es menos digno de mención que J como composición literaria, el documento E se destaca por su énfasis moralista y religioso. Sensible a los pecados de los patriarcas, E intenta racionalizarlos, mientras que los antropomorfismos de J se remplazan por revelaciones divinas mediante sueños y mediación angelical. Contribución notable de E es la historia de la forma en que Dios probó a Abraham mediante la orden de sacrificar a Isaac (Gn. 22.1–14). Con poderosa simplicidad el cuadro del conflicto entre el amor a la familia y la obediencia a Dios va tomando forma, y con fuerza profética se transmite la lección relativa a la interioridad del verdadero sacrificio.

El documento deuteronomista (D), en los estudios pentateucos, se corresponde aproximadamente con el libro de Deuteronomio. Esencial para la hipótesis documental es el parecer de que el libro de la ley de la época de Josías (2 R. 22.3–23.25) formaba parte, por lo menos, de Dt. Las correspondencias entre D y los términos de la reforma de Josías son dignas de mención: el culto se centraliza en Jerusalén (2 R. 23.4ss; Dt. 12.1–7); se prohíben específicamente los actos de adoración falsos (2 R. 23.4–11, 24; Dt. 16.21, 22; 17.3; 18.10, 11). D destaca marcadamente el amor de Dios para con Israel y la obligación de ella de corresponder, filosofía de la historia que anuncia las condiciones de las bendiciones y el juicio de Dios, y la necesidad de un vigoroso sentido de justicia social según los enunciados del pacto. D, colección de sermones más que de relatos, ofrece un cúmulo de materiales legales y exhortativos compilados durante las exigencias del reinado de Manasés y combinadas con JE después de la época de Josías.

El documento sacerdotal (P) reúne leyes y costumbres de diversos períodos de la historia de Israel y los codifica de tal modo que queda estructurado el aspecto legal del judaísmo posexílico. P contiene algunos relatos, pero se ocupa más particularmente de las genealogías y los orígenes patriarcales de las prácticas rituales y legales. Divisiones formales tales como las diez "generaciones" de Génesis y los pactos con Adán, Noé, Abraham y Moisés se atribuyen generalmente a P. La complejidad de la estructura legal y ritual de P se interpreta generalmente como indicación de fecha posexílica, especialmente cuando P (por ejemplo Ex. 25–31; 35–40; Lv.; las leyes de Nm.) se compara con el ritualismo sencillo de Jue. y 1 S. Como documento literario P no puede compararse con las fuentes más antiguas, porque la afición a los detalles complejos (por ejemplo las genealogías y detalladas descripciones del tabernáculo) tiende a desalentar la creatividad literaria. La preocupación del movimiento sacerdotal por la santidad y la trascendencia de Dios se pone de relieve en P, donde toda la legislación se ve como un medio de gracia por el que Dios anula la distancia entre sí mismo e Israel.


c. La crítica del Pentateuco después del 1900 d.C.

El análisis documental no terminó con las investigaciones de Wellhausen. Rudolf Smend, ampliando una sugerencia hecha en 1883 por Karl Budde, intentó dividir el documento yahvista en J¹ y J² en todo el hexateuco. Lo que Smend había llamado J¹, Otto Eissfeldt indentificó como fuente laica (L), por cuanto contrasta directamente con el documento sacerdotal, y destaca el ideal nómada por oposición al modo de vida cananeo. El documento kenita (K) o ceneo, de Julian Morgenstern, supuestamente vinculado con la biografía de Moisés y las relaciones entre Israel y los ceneos, el documento S (Sur o Seir) de R. H. Pfeiffer en Génesis, que corresponde en parte al documento L de Eissfeldt, y la división de Gerhard von Rad del documento sacerdotal en PA y PB constituyen refinamientos adicionales de una crítica documental que ha alcanzado su punto extremo en las detalladas disecciones de P en la obra de B. Baentsch sobre Levítico (1900), donde siete fuentes principales de P se modifican aun más por el descubrimiento de uno o más redactores. Esta tendencia a la atomización está representada en las obras de C. A. Simpson.


d. Reacciones ante la teoría de Graf-Wellhausen

Los conservadores, convencidos de que su punto de vista sobre la inspiración y toda la estructura teológica edificada sobre ella estaban en juego, se unieron casi inmediatamente en la lucha contra los críticos del Pentateuco. A la vanguardia de esta reacción marchaban E. W. Hengstenberg y C. F. Keil. Después de la aparición de la monumental síntesis de Wellhausen la batalla fue continuada por W. H. Green y James Orr, cuyos cuidadosos estudios de los análisis documentales pusieron de manifiesto el hecho de que resultaban insuficientes tanto en cuanto a las pruebas literarias como a los presupuestos teológicos. La orientación impulsada por estos estudiosos fue continuada por las investigaciones de R. D. Wilson, G. Ch. Aalders, O.T. Allis, y E. J. Young.

(1) El uso de los nombres divinos. Los ataques conservadores a la teoría wellhausiana generalmente se han llevado a cabo siguiendo las siguientes líneas. El uso de los nombres divinos como criterio para separar documentos ha sido cuestionado en cuatro sentidos: (1) Las pruebas de la crítica textual, especialmente basadas en el Pentateuco de la LXX, sugiere el hecho de que había menos uniformidad y más variedad en manuscritos primitivos del Pentateuco que en el TM, que se ha usado tradicionalmente como base del análisis documental (si bien la obra The Divine Names in Genesis, 1914, de J. Skinner ha debilitado la fuerza de este argumento).

(2) El estudio de R.D. Wilson sobre los nombres divinos en el Corán evidenció el hecho de que ciertos suras del Corán prefieren Allah (4; 9; 24; 33; 48; etc.), mientras que otros prefieren Rab (18; 23; 25–26; 34, etc.), del mismo modo en que ciertas secciones de Génesis usan Elohim por ejemplo Gn. 1.1–2.3; 6.9–22; 17.2ss, 20, etc.) y otras Yahweh (por ejemplo Gn. 4; 7.1–5; 11.1–9; 15; 18.1–19.28, etc.), si bien no hay apoyo alguno entre los entendidos para un acercamiento documental a los estudios del Corán basados en los nombres divinos.

(3) El uso de Yahweh Elohim (Gn. 2.4–3.24; Ex. 9.30) ofrece un problema especial para la teoría de Wellhausen, ya que comprende la combinación de los nombres divinos que supuestamente constituyen claves para la separación de documentos; la LXX contiene muchos más casos de esta combinación (por ejemplo Gn. 4.6, 9; 5.29; 6.3, 5), habiendo también considerables pruebas de nombres compuestos para las deidades en la literatura ugarítica, egipcia y griega.

(4) Es probable que el intercambio de Yahvéh y Elohim en el Pentateuco refleje un intento por parte del autor de recalcar las ideas asociadas con cada nombre. Estos y otros problemas relacionados con los nombres divinos hace ya mucho que han tenido el efecto de hacer que los críticos documentales asignen menos importancia a lo que en un momento constituía el punto de partida de todo el proceso del análisis documental.

(ii) Dicción y estilo. Las diferencias de dicción y estilo, eslabón importante en la cadena de pruebas para la teoría de Wellhausen, han sido puestas en tela de juicio por una cantidad de conservadores. Se ha recalcado el hecho de que los relatos del Pentateuco son demasiado fragmentarios para ofrecer una muestra adecuada del vocabulario de un autor, y que a veces se ha prestado atención insuficiente al hecho de que diferentes tipos de literatura requieren vocabularios diversos. Las palabras supuestamente peculiares a un documento se atribuyen a veces a un redactor cuando aparecen en otra fuente. Este recurso de valerse de un redactor cuando los hechos ponen en duda las teorías críticas parecería un método demasiado fácil y conveniente para resolver los problemas. En lo que hace a cuestiones de estilo, los conservadores y otros han señalado con frecuencia la subjetividad que se evidencia en tales juicios, y la gran dificultad que representa someter tales opiniones al análisis científico. Lo que para un crítico pareciera ser una narración gráfica y vibrante puede parecerle a otro floja o pomposa. W.J. Martin ha destacado algunas de las dificultades que encuentran los críticos literarios, si bien es necesario tener precaución en el uso de las analogías tomadas de la crítica literaria occidental para el estudio de la literatura oriental.

(iii) Relatos dobles. La presencia de relatos dobles (a veces denominados dobletes) se ha considerado como prueba clave de la diversidad de fuentes. Aalders y Allis han examinado una cantidad de dichas repeticiones (por ejemplo Gn. 1.1–2.4a; 2.4b–25; 6.1–8, 9–13; 12.10–20; 20; 26.6–11) y han procurado mostrar que su presencia en el texto no debe necesariamente interpretarse como prueba de una multiplicidad de fuentes. Por el contrario, la repetición dentro de la prosa hebrea puede tener relación con el uso característicamente hebreo (y más aun, semítico) de la repetición con fines de intensificación. Las ideas se subrayan en la literatura hebrea no por la conexión lógica con otras ideas, sino por una especie de repetición creadora que procura influir en la voluntad del lector. El uso litúrgico puede también ser motivo para la repetición tanto en las porciones narrativas como en las legislativas del Pentateuco.

Por lo que concierne a Gn., contribución conservadora es la de P. J. Wiseman. Sugiere el autor que los pasajes toÆleµd_oÆt (los que comienzan o terminan con la frase "estas son las generaciones …") indican las diversas fuentes disponibles a Moisés en la compilación de sus relatos más primitivos. Este método fue popularizado por J. Stafford Wright.

Los conservadores no han sido lerdos para aprovechar las conclusiones de los no conservadores cuando dichas conclusiones tendían a cuestionar la validez de la hipótesis documental. El sostenido ataque a las teorías de los wellhausianos por B. D. Eerdmans constituye un ejemplo de esto. Si bien negaba la paternidad literaria del Pentateuco por Moisés, Eerdmans defendía firmemente la autenticidad básica de los relatos patriarcales, y sostenía su confianza en la antigüedad de las instituciones rituales de P. Además, T. Oestreicher y A.C. Welch se esforzaron por derrumbar la teoría documental eliminando la piedra fundamental: la identificación de D con el libro de la ley de Josías. E. Robertson considera que Deuteronomio fue compilado bajo la influencia de Samuel como libro legal para "toda Israel", que cayó en desuso cuando la desorganización de la nación hizo imposible su aplicación, y que fue oportunamente descubierto de nuevo durante el reinado de Josías, en una época cuando era factible tratar a "toda Israel" como unidad religiosa nuevamente. El Decálogo y el libro del pacto, con los que los hebreos entraron en Canaán, fueron conservados en los primeros tiempos de la ocupación en diversos santuarios locales, donde reunieron a su alrededor cuerpos de leyes y tradiciones divergentes si bien relacionados; los comienzos de la unificación nacional en los días de Samuel hacían necesaria la compilación, sobre la base de dicho material, de un libro legal para la administración central. R. Brinker, discípulo de E. Robertson, elaboró ciertos aspectos de esta teoría en The Influence of Sanctuaries in Early Israel, 1946. Valiéndose de criterios lingüísticos y estilísticos, U. Cassuto argumentó a favor de la unidad literaria de todo el Pentateuco.

Desde otro ángulo A. R. Johnson nos advierte contra lo que "pareciera ser un peligro real, en el estudio veterotestamentario en general, de tergiversar lo que pudieran ser estratos diferentes pero contemporáneos en función de etapas de pensamiento correspondientes, que pueden disponerse cronológicamente con el fin de encajar en un esquema evolucionista demasiado simplificado, o en una teoría semejante de revelación progresiva".

(iv) Crítica de las formas. Sin abandonar la hipótesis documental, los pioneros de los críticos de las formas, H. Gunkel y H. Gressmann, pusieron el acento tanto en las cualidades literarias como en el lento proceso de la tradición oral que dio forma a los diversos relatos, convirtiéndolos en obras maestras estéticas. Este oportuno alivio del método fríamente analítico de los críticos documentales, los que en su detallada disección del Pentateuco tendieron a descuidar la fuerza y la belleza de los relatos, preparó el terreno para las investigaciones de un grupo de eruditos escandinavos que ha desechado la hipótesis documental a fin de poner el acento en la tradición oral. Siguiendo la dirección de J. Pedersen, que en 1931 rechazó formalmente la teoría documental, I. Engnell afirmó que, lejos de ser el resultado de una compilación de documentos escritos, el Pentateuco es una combinación de fidedignas tradiciones orales reunidas y conformadas en dos círculos tradicionalistas principales: un "círculo P" responsable del tetrateuco, y un "círculo D" que conformó los libros de Dt., Jos., Jue., S., y R. La forma escrita de los libros queda relegada a épocas exílicas o posexílicas. Factores claves en la formación de esta escuela histórico-tradicional son los adelantos en el conocimiento de la psicología hebrea y la creciente comprensión de la antigua literatura oriental. Según Engnell, los defensores del método de Wellhausen tienden a interpretar el AT en función de métodos literarios europeos y de la lógica occidental.

Como la preocupación de H. Gunkel con las diversas unidades literarias (identificables como forma literaria dentro del Pentateuco) representaba una especie de retorno al método fragmentario de Geddes, Vater, y De Wette, así también P. Volz (y hasta cierto punto W. Rudolph) propiciaban un reavivamiento de la hipótesis complementaria restándole importancia al elohísta, quien es cuando más, en opinión de Volz, editor tardío del gran autor de Génesis, el yahvista. De modo algo semejante G. von Rad ha recalcado el papel dominante representado por el yahvista como recolector a la vez que autor de los materiales del Pentateuco que adquirieron forma a lo largo de un extenso período de tiempo, y que tienen tras sí una rica historia de tradición. Las fechas generalmente aceptadas para los documentos son altamente tentativas, según von Rad, y representan las etapas finales en la compilación de los materiales.

La aplicación teológica de las teorías de von Rad en cuanto al Pentateuco se ha de encontrar en su Teología del Antiguo Testamento. Su teoría de que el Pentateuco se formó en torno a credos israelitas tales como Dt. 26.5ss ha sufrido recientemente un proceso de inversión con la sugestión de que la fuente de los relatos del Pentateuco no son los credos sino su síntesis.

M. Noth ha aproximado algunos de los resultados de la escuela de Uppsala de Engnell et al. sin abandonar el enfoque documental. Más bien, ha prestado atención preferente a la historia de las tradiciones orales que subyacen a los documentos, manteniendo al mismo tiempo un modo de acercamiento a J, E, y P que resulta enteramente convencional. Tal vez su apartamiento de la tradición wellhausiana pueda verse mejor en su negativa a reconocer un "hexateuco" y su remoción de la mayor parte de Dt. del ámbito de la crítica del Pentateuco.

En general, los estudiosos contemporáneos prestan más atención a las formas del material, narrativo, litúrgico, contractual, o legislativo, que la que prestan a las supuestas fuentes de la hipótesis documental, como lo indican recientes introducciones veterotestamentarias. Cf. O. Kaiser, OIT, que incluye los siguientes capítulos: Tipos literarios de narrativa israelita, tipos literarios de legislación israelita, crecimiento de la narración pentateuca en su etapa preliteraria; también J. A. Soggin, op. cit. La relación precisa de la crítica de las formas con la más tradicional crítica de las fuentes sigue siendo motivo de debate. Lo que está claro es el hecho de que debe prestarse mucho más atención a la crítica de la redacción, al estudio de la significación y el impacto de los cinco libros individuales y del Pentateuco en su conjunto, cualquiera haya sido la forma en que hayan sido compuestos.

(v) Las pruebas arqueológicas. La marcha de la arqueología moderna ha contribuido a la reevaluación de la hipótesis documental. El carácter fidedigno básico de los relatos históriros ha sido confirmado vez tras vez, especialmente en lo que concierne al período patriarcal. La reconstrucción evolucionista de la historia y la religión de Israel ha sido puesta en tela de juicio más de una vez por arqueólogos de jerarquía tales como W. F. Albright y C. H. Gordon. Una drástica reevaluación de la hipótesis documental desde el punto de vista de la religión de Israel surge de las investigaciones de Yehezkel Kaufmann, quien afirma la antigüedad de P y su prioridad con respecto a D. Más todavía, separa el libro de Génesis del resto del Pentateuco, sosteniendo que se trata de "un estrato en sí mismo, cuyo material es en general más antiguo".



e. La posición hoy

La comprensión que se obtiene sobre la base de estas críticas a la hipótesis de Graf-Wellhausen, juntamente con la prosecución de las investigaciones por parte de sus exponentes, ha dado como resultado una modificación considerable de la teoría más antigua. Las perspectivas evolucionistas sencillas acerca de la religión y la historia de Israel han sido abandonadas. La autenticidad básica de los relatos patriarcales se reconoce por muchos eruditos, por cuanto la arqueología ha arrojado luz sobre el ambiente en que se desenvolvieron los relatos. El ambiente egipcio del ciclo de José y del relato de Éxodo ha sido confirmado mediante consideraciones arqueológicas, literarias, y lingüísticas. El papel de Moisés como gran legislador y figura dominante en la religión de Israel ha sido confirmado.

Si bien no ha sido descartada, la teoría documental ha sido modificada por estudiosos modernos. La formación de cada documento es excesivamente compleja, y se considera que representa generalmente toda una "escuela" más que un solo autor. El crecimiento de los diversos documentos no es consecutivo sino paralelo, ya que en todos ellos hay elementos antiguos, como lo indica el uso de los elementos del Pentateuco por los profetas. Las minuciosas disecciones de versículos y la asignación decidida de sus partes a fuentes diferentes se han abandonado en general. Estas modificaciones a la teoría documental deben considerarse por los conservadores como una especie de historia clínica, y no como un informe necrológico. La teoría de Wellhausen se mantiene viva y activa y sigue siendo un constante desafío a la erudición conservadora, la que a veces se ha conformado con consolarse con las reacciones en contra de la teoría documental, sin ofrecer una introducción completa y de peso al Pentateuco, que indique positivamente las pruebas a favor de la unidad básica de la ley, al tiempo que considere plenamente las indicaciones de diversidad en que se basa la teoría documental. Nuestro mayor conocimiento de la literatura del Medio Oriente—gracias a descubrimientos en Mari, Nuzi, Ugarit, Hatti, Sumer, y Egipto—debiera contribuir notablemente a esta tarea. Siendo que los textos de Ebla (Tell Mardikh) parecen ser contemporáneos de los primeros capítulos de la historia bíblica, es posible que iluminen tanto la literatura del Pentateuco como su fondo cultural.

Los estudios de Aalders han abarcado terreno virgen y señalan el camino para nuevos adelantos en la investigación. De particular interés son su reconocimiento de que existen elementos posmosaicos y no-mosaicos en el Pentateuco (por ejemplo Gn. 14.14; 36.31; Ex. 11.3; 16.35; Nm. 12.3; 21.14–15; 32.34ss; Dt. 2.12; 34.1–12), y su toma de conciencia del hecho de que ninguno de los dos testamentos atribuye toda la obra a Moisés, aun cuando ambos le atribuyen partes sustanciales de la misma. Los grandes códigos legales, por ejemplo, se atribuyen específicamente a Moisés (por ejemplo Ex. 20.2–23.33; 34.11–26; Dt. 5–26; cf. Dt. 31.9, 24), como también el itinerario de los israelitas mencionado en Nm. 33.2. Por lo que hace a los relatos de Gn., Moisés puede o no haber sido quien los compiló, basándose en formas escritas y orales. Las pruebas de la edición posmosaica del Pentateuco se encuentran en las referencias mencionadas arriba, y especialmente en la mención de documentos antiguos tales como el "libro de las batallas de Jehová" (Nm. 21.14). Es difícil fechar la redacción final del Pentateuco. La sugerencia de Aalders de que tuvo lugar en algún momento de los reinados de Saúl y David es aceptable, si bien probablemente debiera tenerse en cuenta en alguna medida la modernización del vocabulario y el estilo.



III. El mensaje religioso del Pentateuco

"El Pentateuco debe definirse como un documento que proporciona a Israel su comprensión, su etiología de vida. Aquí, mediante narración, poesía, profecía, legislación, se revela la voluntad de Dios en relación con la tarea de Israel en el mundo". El Pentateuco es un registro de revelación y respuesta, que da testimonio de los actos salvíficos de Dios, soberano Señor de la historia y la naturaleza. El acto central de Dios en el Pentateuco (y en realidad en el AT) es el éxodo de Egipto. Allí Dios se hizo presente en la conciencia de los israelitas, y se reveló como Dios redentor. El discernimiento obtenido sobre la base de dicha revelación les permitió, bajo el liderazgo de Moisés, reevaluar las tradiciones de sus antepasados, y ver en ellos el comienzo de las relaciones de Dios que adquirieron plenitud en forma brillante en la liberación de Egipto.

Habiendo demostrado mediante el éxodo, en forma abierta y poderosa, que él era Señor, Dios llevó al pueblo de Israel a comprender que él era tanto Creador y Sustentador del universo como Señor de la historia. El orden es importante: el conocimiento del Redentor llevó al conocimiento del Creador el comprender al Dios de gracia los llevó a comprender al Dios de la naturaleza. La demostración del control que ejercía sobre la naturaleza y que se evidenció en las plagas, en el cruce del mar, y en la provisión en el desierto, bien puede haber influido en que los israelitas viesen a Dios como Señor de la naturaleza tanto como de la historia.

La gracia de Dios no sólo se revela en su liberación y guía, sino también en la provisión de la ley y en la iniciación del pacto. El compromiso de obediencia por parte de Israel, su juramento de lealtad a Dios y su voluntad, constituyen su respuesta; pero incluso su respuesta es un don de la gracia de Dios, porque es él quien, si bien libre de obligación, ha fijado las condiciones del pacto y ha provisto el sistema de sacrificios como medio de cubrir la brecha entre sí mismo y su pueblo. La gracia de Dios demanda el total reconocimiento de su señorío, la completa obediencia a su voluntad en todas las esferas de la vida. Es una exigencia de gracia por cuanto comprende lo que es bueno para Israel, lo que la ayudará a darse cuenta de su verdadero potencial, y lo que ella no podía descubrir sin la revelación divina.

Cualquiera sea el origen del Pentateuco, para nosotros ahora aparece como un documento que posee una rica unidad interior. Es el registro de la revelación de Dios en la historia, y de su señorío sobre la historia. Da testimonio tanto de la respuesta de Israel como de su fracaso. Sirve de testimonio de la santidad de Dios, aspecto que lo separa de los hombres, y de su amor lleno de gracia, que lo liga a ellos bajo condiciones establecidas por él mismo.