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Imposición de Manos

Las acciones que se llevaban a cabo con las manos constituían parte importante del ritual religioso antiguo, por ejemplo en la oración (1 R. 8.54; 1 Ti. 2.8) y en la invocación de la bendición divina (Lv. 9.22; Ecl. 50.20; Lc. 24.50). Jacob bendijo a los hijos de José colocando (sûéÆt_) sus manos sobre sus cabezas (Gn. 48.8–20), y de igual manera Jesús bendijo a los niños que le acercaron (Mr. 10.16; Mt. 19.13–15). Jesús también tocaba a los enfermos (por ejemplo Mr. 1.41; 7.33), o colocaba sus manos sobre ellos (Mr. 5.23; 6.5; 7.32; 8.23, 25; Mt. 9.18; Lc. 4:40; 5.13; 13.13), como igualmente hicieron los apóstoles (Hch. 9.12, 17; 28.8; Mr. 16.[18]; Gn. 20.21, 28s). La acción era simbólica de bendición espiritual que fluía de una persona hacia otra (Mr. 5.30).



I. En el Antiguo Testamento

El día de la expiación Aarón colocaba (saµmak_) sus manos sobre la cabeza del macho cabrío que iba a ser enviado al desierto, y confesaba sobre él los pecados del pueblo, poniéndolos de esa manera sobre el animal (Lv. 16.21). Un rito similar acompañaba a las ofrendas para el holocausto, como también las de paz, las que se hacían por el pecado, y las de purificación levítica (por ejemplo Lv. 1.4; 3.2; 4.4; Nm. 8.12), como indicación de la "identificación" del pueblo con su ofrenda. (En Lv. 24.14 los que ponían sus manos sobre el blasfemo probablemente "lanzaban" sobre él su propia culpa.)

Los levitas, que como sacerdotes representaban al pueblo ante Dios, eran ordenados por el pueblo, que ponía sus manos sobre ellos (Nm. 8.10). Moisés ordenó a su sucesor, Josué, imponiéndole las manos, y de esta manera lo invistió con parte de su autoridad (Nm. 27.18–23). Este pasaje describe a Josué, antes de su ordenación, como "varón en el cual hay espíritu", pero en Dt. 34.9 vemos que estaba lleno del espíritu de sabiduría porque Moisés le había impuesto las manos. Lo que parecería inferirse de esto es que una persona meritoria, que poseía el Espíritu divino, recibía dones espirituales adicionales cuando era comisionado para el servicio por medio de este rito. Al mismo tiempo, el rito indicaba una transferencia de autoridad.



II. En el Nuevo Testamento

En el NT el bautismo y la recepción del Espíritu iban acompañados, en algunas ocasiones, de la imposición de manos. En Hch. 8.14–19 el don del Espíritu se confería solamente cuando al bautismo seguía la imposición apostólica de manos. Es poco probable que debamos entender de la misma manera la imposición de manos de Ananías en Hch. 9.12, 17 (ocasión en la que se produce antes del bautismo). Hch. 19.6 relaciona la imposición de manos con el bautismo y el don del Espíritu, expresado en lenguas y profecía, y He. 6.2 se refiere a la enseñanza sobre bautismos y la imposición de manos, probablemente como instrucción para nuevos conversos. En otras partes, sin embargo, el don del Espíritu se da sin mencionar la imposición de manos, y, en una oportunidad, aun antes del bautismo (Hch. 10.44–48), y es poco probable que en el período del NT el bautismo siempre haya sido acompañado por la imposición de manos.

Siguiendo las analogías veterotestamentarias, y lo que puede haber sido la práctica rabínica contemporánea, la imposición de manos fue también el rito de ordenación para el servicio cristiano. Una vez que la congregación hubo elegido los siete diáconos, ellos mismos (o, posiblemente, los apóstoles) oraron y les impusieron las manos (Hch. 6.5s); de la misma manera la iglesia de Antioquía oró e impuso las manos a Bernabé y Saulo para su obra misionera (Hch. 13.3). En 1 Ti. 5.22 Pablo aconseja a Timoteo que no se apresure con la imposición de manos; esto puede referirse a la ordenación de ancianos, o a la restauración de los que han reincidido, reintegrándolos a la comunión de los santos mediante un acto de bendición. 2 Ti. 1.6 se refiere a la recepción, por parte de Timoteo mismo, del don de Dios para la obra del ministerio mediante la imposición de las manos de Pablo. 1 Ti. 4.14, donde, sin embargo, es el "presbiterio" el que le impone las manos. La mejor y más simple de las soluciones es la de considerar que Pablo y los ancianos locales realizaron el acto en conjunto, pero se piensa que la frase en cuestión significa "ordenación al rango de presbítero". Esta ordenación, llevada a cabo bajo la guía divina (Hch. 13.3; 1 Ti. 1.18), era un signo visible de que Dios daba a la persona sus dones para algún aspecto de la obra del ministerio, y por medio de ella la iglesia reconocía la comisión y capacitación divinas, al tiempo que se asociaba con el Espíritu en el acto de comisionar y autorizar al ministro para su tarea.