I. Nombre y naturaleza
La expresión "dones espirituales" es la interpretación común en castellano del sustantivo neutro plural gr. jarismata, que se forma del vocablo jarizesthai (mostrar favor, dar libremente), que está relacionado con el sustantivo jaris (gracia); son la expresión concreta de jaris, el efecto visible de la gracia en palabras o en hechos. La forma singular se utiliza para describir el don divino de la salvación por medio de Cristo (Ro. 5.15s; 6.23) y de cualquier gracia o misericordia especiales (Ro. 1.11; 1 Co. 1.7; 7.7; 2 Co. 1.11). La forma plural se utiliza principalmente en sentido técnico para describir los dones extraordinarios del Espiritu Santo concedidos a los cristianos para un servicio especial, y en unos cuantos casos la forma singular se utiliza igualmente en sentido distributivo o semicolectivo (1 Ti. 4.14; 2 Ti. 1.6; 1 P. 4.10).
Una difusión general de los dones del Espíritu Santo, que caracterizaría a la nueva dispensación, fue predicha por el profeta Joel (2.28), y confirmada por las promesas de Cristo a sus discípulos (Mr. 13.11; Lc. 12.11s; Jn. 14.12; Hch. 1.8; cf. Mt. 10.1, 8 y pasajes paralelos; Mr. 16.17s). Estas profecías y promesas se cumplieron el día de Pentecostés (Hch. 2.1–21, 33). Mas tarde, Lucas menciona frecuentemente numerosos dones espirituales (Hch. 3.6ss; 5.12–16; 8.13, 18; 9.33–41; 10.45s, etc.), como también Pedro (1 P. 4.10) y Pablo (Ro. 12.6–8; 1 Co. 12–14), quien también los describe como "cosas espirituales" (gr. pneumatika, 1 Co. 12.1; 14.1), y "espíritus", vale decir, distintas manifestaciones del Espíritu (gr. pneumata, 1 Co. 14.12). Los dones son distribuidos por el Espíritu Santo de acuerdo a su voluntad soberana (1 Co. 12.11) y el creyente puede recibir uno o más dones (1 Co. 12.8s; 14.5, 13).
II. Propósito y duración
El propósito de estos dones carismáticos es, en primer término, la edificación de toda la iglesia (1 Co. 12.4–7; 14.12), y, en segundo término, el convencimiento y la conversión de los incrédulos (1 Co. 14.21–25; cf. Ro. 15.18s). Un problema que es motivo de discusión es si deben considerarse dones concedidos en forma permanente a la iglesia, o únicamente en forma temporaria.
En una época se hizo muy popular el criterio de que los jarismata se concedieron para la fundación de la iglesia y cesaron durante el ss. IV cuando esta llegó a tener suficiente poder para continuar sin su ayuda, pero esto es contrario a la verdad histórica. Ahi quienes sostienen el criterio de que los jarismata fueron dados para confirmar a los apóstoles como mensajeros de Dios; una de las señales de dicho apostolado era la posesión de tales dones, y la autoridad para concederlos a otros creyentes. Los dones cesaron gradualmente con la muerte de aquellos a quienes los apóstoles los habían concedido. De igual forma ahi quines consideran que los jarismata daban testimonio a Israel de que Jesús era el Mesías, y que ya no tenían función alguna cuando finalizó Hechos, una vez que Israel hubo rechazado el evangelio. Los que se adhieren a este punto de vista naturalmente tienden a negar la autenticidad de las supuestas manifestaciones carismáticas posteriores.
Por otra parte, en 1 Co. 13.8–12 hay fuertes indicios de la permanencia de los jarismata en la iglesia, pues allí Pablo hace referencia a su manifestación en forma continuada hasta el momento de la parusía. En tal caso, su aparición intermitente en los siglos posteriores de la historia quizás haya sido afectada por la fe y la espiritualidad fluctuantes de la iglesia, como también debido al propósito soberano del Espíritu mismo, quien distribuye los dones "como él quiere" (1 Co. 12.11).
III. Dones individuales
Las listas de jarismata que aparecen en el NT (Ro. 12.6–8; 1 Co. 12.4–11, 28–30; cf. Ef. 4.7–12) son evidentemente incompletas. Se han hecho diversas tentativas de clasificar los dones, pero la verdad es que la forma más sencilla es ubicarlos en dos categorías principales: aquellos que habilitan a sus poseedores para el ministerio de la Palabra, y aquellos que los dotan para el servicio práctico (1 P. 4.10s).
a. Dones de expresión
(i) Apóstol (gr. apostolos, lit. ‘enviado’, mensajero, misionero, 1 Co. 12.28s; cf. Ef. 4.11). Originalmente el título de "apóstol" lo recibieron los Doce (Mt. 10.2; Lc. 6.13; Hch. 1.25s), pero más tarde lo hizo suyo Pablo (Ro. 1.1; 1 Co. 9.1s, etc.), y se aplicó en sentido menos restringido a Bernabé (Hch. 14.4, 14), Andrónico y Junias (o Junia) (Ro. 16.7), y posiblemente a Apolos (1 Co. 4.6, 9), Silvano y Timoteo (1 Ts. 1.1; 2.6), y a Jacobo el hermano del Señor (1 Co. 15.7; Gá. 1.19). La función especial del apóstol era, como lo sugiere su significado, la de proclamar el evangelio a un mundo incrédulo (Gá. 2.7–9).
(ii) Profecía (gr. profeµteia, Ro. 12.6; 1 Co. 12.10, 28s; cf. Ef. 4.11). La función principal del profeta del NT era la de comunicar revelaciones divinas de significación temporaria, que indicaban a la iglesia lo que tenía que saber y hacer en determinadas circunstancias. Su mensaje era de edificación, exhortación (gr. parakleµsis) y consolación (1 Co. 14.3; cf. Ro. 12.8), y en ciertos casos incluía ocasionales declaraciones autorizadas sobre la voluntad de Dios (Hch. 13.1s), y de vez en cuando predicciones acerca de acontecimientos futuros (Hch. 11.28; 21.10s). El ministerio del profeta estaba dirigido principalmentc a la iglesia (1 Co. 14.4, 22). Algunos profetas eran viajeros (Hch. 11.27s; 21.10), aunque probablemente había varios vinculados a cada iglesia (Hch. 13.1), como en Corinto, y algunos se mencionan por nombre (Hch. 11.28; 13.1.; 15.32; 21.9s).
La capacidad para "[discernir] espíritus" (gr. diakriseis pneumatoµn, 1 Co. 12.10; cf. 14.29) era complementaria de la de profecía, lo cual permitía a los oyentes juzgar en los casos en que se pretendía poseer inspiración profética (1 Co. 14.29) mediante la interpretación o evaluación de las expresiones proféticas (1 Co. 2.12–16), pudiendo así reconocer exitosamente las de origen divino (1 Ts. 5.20s; 1 Jn. 4.1–6), y distinguir al profeta verdadero del falso.
(iii) Enseñanza (gr. didaskalia, Ro. 12.7; 1 Co. 12.28s; cf. Ef. 4.11). Contrariamente al profeta, el maestro no daba a conocer revelaciones nuevas, sino que exponía y aplicaba la doctrina cristiana ya establecida, y su ministerio probablemente se imitaba a la iglesia local (Hch. 13.1; cf. Ef. 4.11). La "palabra de ciencia" (gr. logos gnoµseoµs, 1 Co. 12.8), expresión inspirada que contenía o incorporaba conocimiento, tiene relación con la enseñanza; pero la "palabra de sabiduría" (gr. logos sofias, 1 Co. 12.8), que evidenciaba discernimiento espiritual, quizá deba relacionarse más bien con los apóstoles y evangelistas (cf. 1 Co. 1.17–2.5, esp. 1.24–30), o con los profetas.
(iv) Géneros de lenguas (gr. geneµ gloµssoµn, 1 Co. 12.10, 28ss) y la interpretación de lenguas (gr. hermeµneia gloµssoµn, 1 Co. 12.10, 30).
b. Dones para el servicio práctico
(i) Dones de poder.
1. Fe (gr. pistis, 1 Co. 12.9) no es la fe que salva, sino una medida mayor de fe por medio de la cual se realizan hazañas especiales y maravillosas (Mt. 18.19s; 1 Co. 13.2; He. 11.33–40).
2. Los dones de sanidades (gr. plural jarismata iamatoµn, 1 Co. 12.9, 28, 30) se dan para llevar a cabo milagros de restauración de la salud (Hch. 3.6; 5.15s; 8.7; 19.12, etc.).
3. El hacer milagros (gr. energeµmata dynameoµn, 1 Co. 12.10, 28s), lit. de ‘poderes’. Este don confería la habilidad necesaria para obrar otros milagros de distintas clases (Mt. 11.20–23; Hch. 9.36s; 13.11; 20.9–12; Gá. 3.5; He. 6.5).
(ii) Dones de compasión
1. Ayudadores (gr. antileµmpseis, lit. ‘acciones de ayuda’, 1 Co. 12.28) describe la ayuda dada a los débiles por los fuertes (véase LXX de los Sal. 22.19; 89.19; el verbo aparece en Hch. 20.35), y se refiere a dones especiales para el cuidado de los enfermos y necesitados. Probablemente incluye el punto 2.
2. el que da limosnas con liberalidad (gr. ho metadidous, Ro. 12.8) y
3. el que realiza actos de misericordia (gr. ho eleoµn, Ro. 12.8).
4. Se refiere indudablemente al servicio (gr. diakonia, Ro. 12.7; cf. Hch. 6.1) del diácono (Fil. 1.1 ; 1 Ti. 3.1–13
(iii) Dones de administración.
1. Los administradores (gr. kyberneµseis, lit. "acciones de orientación, dar instrucciones") disfrutaban de los dones de la autoridad necesarios para gobernar y dirigir la iglesia local.
2. "El que preside" (Ro. 12.8; "dirige", gr. ho prohistamenos) aparentemente comparte el mismo don (la palabra gr. reaparece en 1 Ts. 5.12; 1 Ti. 5.17), salvo que la expresión deba traducirse (como en °ba mg, Ro. 12.8), "el que presta auxilios", en cuyo caso se está indicando un don de misericordia.
Algunos dones, tales como los del apostolado, la profecía, y la enseñanza, se ejercitaban como parte del ministerio regular; otros dones, como el de lenguas y el de sanidad, se manifestaban ocasionalmente. En algunos casos los dones parecieran provocar la liberación o el acrecentamiento de las capacidades naturales, por ejemplo, los dones de enseñanza, de ayuda o de liderazgo; otros se presentan en forma inequívoca como investiduras especiales: fe, dones de sanidad, y el poder para obrar milagros.