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Culto de Adoración

El léxico relacionado con el culto de adoración es muy extenso en la Biblia, pero el concepto esencial es el de "servicio". El heb. >‡b_oÆd_aÆ y el gr. latreia se referían ambos originalmente a la tarea de los esclavos o sirvientes asalariados. En consecuencia, a fin de ofrecer este "culto" a Dios sus siervos deben postrarse—heb. hisûtah\‡waÆ o gr. proskyneoµ—y así manifestar temor reverencial y una actitud de admiración y respetuosa adoración.



Antiguo Testamento

En el AT hay ejemplos de adoración individual (Gn. 24.26s; Ex. 33.9–34.8). Pero se pone el acento en la adoración en el seno de la congregación (Sal. 42.4; 1 Cr. 29.20). En el culto del tabernáculo y del templo el ritual ocupaba un lugar prominente. Aparte de los sacrificios matutinos y vespertinos diarios, la celebración de la pascua y la observancia del día de expiación constituían momentos culminantes en el calendario religioso judío. Los actos rituales del derramamiento de sangre, de la presentación de incienso, del pronunciamiento de la bendición sacerdotal, etc., tendían a destacar lo ceremonial en detrimento de los aspectos espirituales del culto de adoración, y hasta tendían a introducir una sensación de tensión o conflicto entre las dos actitudes (Sal. 40.6; 50.7–15; Mi. 6.6–8). Pero no cabe duda de que en Israel serían muchos los que tendrían la posibilidad de tomar las palabras de alabanza pública (por ejemplo Sal. 93; 95–100) y las oraciones (por ejemplo Sal. 60; 79; 80), y usarlas para expresar su amor y gratitud a Dios (Dt. 11.13) en el acto real de culto espiritual interior.

Este culto público sumamente complejo que se ofrecía en el tabernáculo y en el templo, distaba mucho del de los tiempos primitivos, cuando los patriarcas creían que el Señor podía ser adorado dondequiera que él mismo hubiese elegido revelarse. Pero el que ese culto público en el templo constituía una realidad espiritual resulta claro por el hecho de que cuando fue destruido el santuario, y los exiliados se encontraban en Babilonia, el culto siguió siendo una necesidad, y para hacer frente a ella se "creó" el servicio de la sinagoga, que consistía en (1) el Shema>, (2) oraciones, (3) lectura de las Escrituras, y (4) exposición. Pero más tarde, en el segundo templo, los servicios diarios, el día de reposo, las fiestas y las abstinencias anuales, y las alabanzas del himnario (Libro de los Salmos) aseguraban que la adoración siguiese siendo un factor vital en la vida nacional judía.



Nuevo Testamento

En el NT se encuentra nuevamente el culto del templo y de la sinagoga. Cristo participó de ambos, pero constantemente inculcó la idea de que la adoración debía representar el amor del corazón hacia un Padre celestial. En su enseñanza el acercarse a Dios mediante el ritual y el sacerdocio no sólo no tiene importancia, sino que ya no es necesaria en absoluto. Por fin la "adoración" es la verdadera >‡b_oÆd_aÆ o latreia, un servicio ofrecido a Dios no sólo en función de culto en el templo sino de servicio a los demás (Lc. 10.25ss; Mt. 5.23s; Jn. 4.20–24; Stg. 1.27). Al comienzo, sin embargo, la iglesia no abandonó el culto en el templo; y probablemente los cristianos siguieron concurriendo a los servicios en la sinagoga también. Además, cuando se produjo finalmente la ruptura entre el judaísmo y la iglesia, el culto cristiano puede haber adoptado como modelo el servicio de la sinagoga.

El gran factor contribuyente en la ruptura con el día de reposo, el templo, el ritual, etc., judaicos, fue el encarnizado antagonismo de los judíos contra la iglesia. Pero por lo que hace al NT nuestras nociones en cuanto al culto cristiano son muy vagas. Indudablemente el día principal de adoración era el día del Señor (Hch. 20.7), aunque se habla de servicios diarios al comienzo (Hch. 2.46). No se hace mención en el NT de servicios para conmemorar la resurrección del Señor y la llegada del Espíritu en Pentecostés. El culto se llevaba a cabo en las casas de los creyentes. En tales circunstancias no hacían falta ministrantes oficiales. La simplicidad era la nota principal de estos servicios de adoración de las iglesias reunidas en las casas, y consistían en su mayor parte en alabanza (Ef. 5.19; Col. 3.16), oración, lectura de las Escrituras, y exposición. En la iglesia de Corinto vemos que se "habla en lenguas" (1 Co. 14). El ágape, seguido por la Cena del Señor (1 Co. 11.23–28), constituían también rasgos comunes del culto cristiano. Pero en todos los casos el acento recaía sobre el Espíritu, y sobre el amor y la devoción interior del corazón.