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Ungüento

Del hebreo mirqah\at_, sûemen; y del griego myron. La preparación de ungüentos de diversos tipos estaba muy difundida en todo el antiguo Cercano Oriente. Su uso principal era cosmético en carácter, probablemente tuvieron su origen en Egipto. En los sitios arqueológicos palestinos se han encontrado, en cantidades considerables, cajas de tocador, de las que formaban parte los recipientes de alabastro para ungüentos.

Aparentemente los egipcios encontraron que la aplicación de ungüentos resultaba suavizante y refrescante. Tenían la costumbre de colocar pequeños conos de ungüento perfumado sobre la frente de los huéspedes en las fiestas. El calor corporal gradualmente derretía el ungüento, que corría por la cara y goteaba sobre la ropa, produciendo un perfume agradable. Esta práctica fue adoptada por los semitas (Sal. 133.2), y siguió practicándose en la época del NT (Mt. 6.17; Lc. 7.46).

Otros pueblos de la antigüedad siguieron a los egipcios en el uso de los ungüentos aromáticos para ocultar el olor de la traspiración. En otras ocasiones se usaban juntamente con los cosméticos en los procedimientos de tocador personales. Los ungüentos los preparaban los boticarios (2 Cr. 16.14), los perfumadores (Ex. 30.35), como también los sacerdotes o ciertos individuos privados, valiéndose de una gran variedad de sustancias aromáticas.

El ungüento para las unciones sagradas (Ex. 30.23–25) establecido para el uso de los ritos del tabernáculo debía prepararse según el arte del perfumador. Comprendía aceite de olivas, mirra, canela, cálamo y casia; los ingredientes sólidos probablemente se pulverizaban y hervían en el aceite de olivas (Job 41.31). La manufactura de este preparado por personas no autorizadas estaba estrictamente prohibida (Ex. 30.37–38).

Los ungüentos se conservaban mejor en recipientes de alabastro. Bajo tales condiciones mejoraban con el tiempo y se volvían muy valiosos después de un número de años. Así, el vaso de alabastro con ungüento mencionado en los evangelios (Mt. 26.7; Mr. 14.3; Lc. 7.37) era muy costoso y contenía nardo (Nardostachys jatamansi). Esta hierba, relacionada con la valeriana, se importaba del Norte de la India y la usaban mucho los hebreos y los romanos por igual para ungir a los muertos. El adjetivo calificativo pistikeµ en Mr. 14.3 y Jn. 12.3 quizá signifique "líquido" o "genuino" ("auténtico", "puro").

Los ungüentos se empleaban con sentido cuasi sacramental cuando se consagraba a un nuevo rey. Así, Samuel ungió a Saúl (1 S. 10.1), Elías ungió a Jehú (2 R. 9.3), y Joiada ungió a Joás (2 R. 11.12). Los pastores palestinos preparaban un ungüento de aceite de olivas que frotaban sobre la cabeza de las ovejas cuando sufrían contusiones (Sal. 23.5). En tiempos del NT con frecuencia se ungía a los enfermos en un rito religioso (Stg. 5.14). Se usaban ungüentos perfumados con mirra para ungir a los muertos (Lc. 23.56; Mr. 14.8).