Serpiente

I. Generalidades

Las serpientes o culebras (Animales) son reptiles que tienen cabeza, cuerpo y cola pero no miembros, y se desplazan por el suelo sobre el vientre, de modo que con su lengua vibrante se las describe con frecuencia como si lamiesen o comiesen polvo (Gn. 3.14; cf. Is. 65.25; Mi. 7.17; e implícitamente, Pr. 30.19). En símil, compárense las naciones arrastrándose como culebras, para reconocer al Dios de Israel (Mi. 7.17) y la huida de Egipto de la batalla como culebra siseante que huye a su refugio (Jer. 46.22, en contraste con el concepto egipcio de la culebra sagrada en la frente del faraón llevándolo a la victoria). La capacidad de diversas culebras para inyectar veneno mortal en la herida cuando muerden o atacan (Gn. 49.17; Ec. 10.8, 11; implícitamente, Mt. 7.10; Lc. 11.11) entra en muchos símiles bíblicos. Los temas que abarcan estos símiles incluyen el carácter perjudicial de los malos (Dt. 32.33 [hebreos rebeldes]; Sal. 58.4; 140.3) o el exceso de vino (Pr. 23.32), el día del Señor (Am. 5.19), y en metáfora opresores extranjeros (Is. 14.29). Como la guerra, el hambre, etc., la mordedura de la serpiente podía figurar entre los juicios y castigos divinos (Nm. 21.4–6; Jer. 8.17; Am. 9.3), y a los siervos de Dios podía serles concedida la liberación de este perjuicio (Mr. 16.18; Lc. 10.19; cf. Hch. 28.3–6). Algunas serpientes podían ser encantadas (Ec. 10.11), otras se consideraban "sordas" a las técnicas del encantador (Sal. 58.4–5; Jer. 8.17). Es posible que haya encantadores de serpientes representados en amuletos escaraboides egipcios.

Además de la palabra general naµh\aµsû, ‘culebra, serpiente’, y sŒaµraµf, ‘ardiente’, el heb. posee varias palabras más para serpientes. El antiguo vocablo pet_en (Dt. 32.33; Job 20.14, 16; Sal. 58.4; 91.13; Is. 11.8; "áspid") aparece como bt_n en los textos ugaríticos del ss. XIV a.C. Se la considera con frecuencia como la cobra egipcia, y es el "áspid" de los escritores clásicos. La cobra dio origen a dos jeroglíficos egipcios. Este animal venenoso da sentido a pasajes como Dt. 32.33 y Job 20.14, 16. La palabra eh (Job 20.16; Is. 30.6; 59.5) es idéntica al ár. afa>aÆ, y como dicha palabra, parece ser un término general adicional para serpientes y a veces más específicamente para víboras. En Gn. 49.17 ("víbora") con frecuencia se piensa que el heb. sûƒféÆfoÆn representa la víbora cerastes: ya sea la "víbora cornuda", Cerastes cornutus, o la que no tiene cuernos, Vipera cerastes, o ambas. En Egipto y Palestina estas víboras han sido muy conocidas desde tiempos antiguos, y en Egipto dieron origen al jeroglífico para la "f", por las palabras onomatopéyicas fy, fyt, ‘Víbora cerastes’. La identificación de >ak_sûuÆb_ en Sal. 140.3 es incierta; en Ro. 3.13 se traduce por el gr. aspis, ‘áspid’. La palabra s\if>oÆnéÆ se traduce "áspid" en Pr. 23.32; Is. 11.8; 59.5; Jer. 8.17, igual que s\efa> en Is. 14.29; por cierto que estos vocablos denotan culebras de algún tipo. El animal que se colgó de la mano de Pablo en Hch. 28.3 se considera a menudo como la víbora común de la región mesopotámica; la misma palabra griega (ejidna) se usa en las poderosas metáforas de Mt. 3.7; 12.34; 23.33; Lc. 3.7.



II. Casos específicos

a. La primera serpiente en las Escrituras es la astuta criatura de Gn. 3, usada por Satanás para alienar al hombre de Dios (Ro. 16.20; 2 Co. 11.3), dirigida por el diablo como los demonios en ciertos hombres y cerdos en los días del NT. Por su parte, la serpiente quedó sujeta a la maldición de que jamás se levantaría de su (ya acostumbrada) posición, que la obligaba a arrastrarse (Gn. 3.14). De este modo la serpiente quedó como símbolo bíblico de engaño (Mt. 23.33), y el archiengañador mismo es "la antigua serpiente" (Ap. 12.9, 14–15; 20.2); los cristianos deberían imitar a la serpiente en su legendaria sabiduría aun cuando no lo hagan en ningún otro sentido (Mt. 10.16).

b. Una señal realizada por Moisés ante Israel (Ex. 4.2–5, 28–30) y por Moisés y Aarón ante Faraón (Ex. 7.8–12) consistió en arrojar su vara de modo que se convirtiese en serpiente y volver a tomarla convertida en vara, habiendo esta tragado en la segunda ocasión las varas-serpientes de los magos egipcios.

c. En el desierto la rebelde Israel fue castigada en cierta oportunidad mediante un ataque de "serpientes ardientes" (naµh\aµsû sŒaµraµf), cuyo veneno era mortal (Nm. 21.4–9; cf. Dt. 8.15). Cuando Israel buscó liberación Dios mandó a Moisés que erigiese la figura de una serpiente de bronce sobre un palo, de modo que los que fueran mordidos pudiesen mirarla, confiando en el poder de curación de Dios, y vivir (Serpientes de bronce). El término sŒaµraµf, ‘abrasador’, o ‘ardiente’, podría referirse al efecto del veneno de las culebras mencionadas; reaparece en Is. 14.29 y 30.6 (donde "voladoras" podría referirse a la velocidad con la que atacan dichos reptiles, como si fuesen "aladas", como en el uso árameo moderno.

d. Algunas referencias hebreas a "serpientes" se aplican más bien a otros seres temibles, o se usan en sentido metafórico para ciertas grandes potencias militares en el mundo bíblico. Así, es probable que la "serpiente" de Am. 9.3 sea algún habitante grande de las profundidades antes que una culebra. En Is. 27.1 la espada a eregirse contra el "leviatán serpiente veloz, y al leviatan serpiente tortuosa; y … [el] dragón que está en el mar" más probablemente expresaba juicio venidero sobre Asiria (tierra del veloz Tigris), Babilonia (del zigzagueante Éufrates), y Egipto (tannéÆn, ‘dragón, monstruo’, como en Ez. 29.3; 32.2) respectivamente. Es posible que Isaías esté anunciando aquí el juicio de Dios sobre esas tierras paganas en función del antiguo mito cananeo de la destrucción de Lotán o Leviatán por Baal y de los muchos cuentos mesopotámicos de dragones y serpientes (Labbu, Zu, etc.) que matan, amén de la mención del derrocamiento egipcio de Apep, condenándolos mediante sus propias imágenes populares. En Job 26.13 la identidad de la "serpiente tortuosa" en relación con el cielo es dudosa. Dado que la serpiente puede representar a Satanás (Ap. 12.7–10, 14–15; 20.2) posiblemente se podría comparar aquí su designación alternativa (?) de Estrella (caída) de la mañana ("Lucero"), con quien se compara al rey de Babilonia en Is. 14.12, 15; Jud. 6 y 2 P. 2.4.

En ninguno de estos casos los pasajes, bíblicos o no bíblicos, se refieren a una lucha entre la deidad y un monstruo en momentos de la creación, por cuanto en ellos el acto de herir a la serpiente se lleva a cabo dentro de un mundo ya creado. Más todavía, el Tiamat babilónico, cuya muerte a manos de Marduk sí se asocia con la creación, no es una serpiente o un dragón, y por lo tanto no ofrece tampoco apoyo alguno para suponer una lucha entre deidad y serpiente/dragón en la creación.

En la mitología y los cultos cananeos, mesopotámicos, anatólicos y egipcios, se conocen deidades serpentarias, y las serpientes en diversos contextos constituyen símbolos de protección (áspid egipcio), del mal (por ejemplo Apep o Apopis egipcio), de fecundidad (las diosas del sexo egipcio cananeas), o de la continuidad de la vida (simbolizada mediante los sucesivos cambios de piel. Para pedestales de altares con serpientes modeladas en ellos. En algunos textos se nóta la prescripción del sacrificio de "una cabeza de ganado menor (para) Anat-Lotán" y un conjuro contra culebras.