Luna

La creación de la luna se registra en Gn. 1.16, donde se la menciona como la lumbrera menor", en contraste con el sol. Fue ubicada en los cielos para que rigiese la noche, y con las demás lumbreras, para que sirviesen de "señales para las estaciones, para días y años" (1.14). Su aparición en fases regulares en el cielo nocturno sirvió de base para los primeros calendarios, y la palabra que se emplea más comúnmente para ella (yaµreµah\) está muy relacionada con la palabra yerah\, ‘mes’. Esta misma palabra aparece en acádico ([w]arhÉu), ugarítico (yrhÉ), fn. (yrhÉ) y otras lenguas semíticas. Otra palabra, que se usaba para ella, aunque con menos frecuencia, es lƒb_aµnaÆ, ‘blanca’ (Cnt. 6.10; Is. 24.23; 30.26).

El primer día de cada luna nueva se consideraba sagrado. De allí la asociación en el AT de la "luna nueva" mensual con el día de reposo semanal (p. ej. Is. 1.13). Este nuevo comienzo se indicaba con sacrificios especiales (Nm. 28.11–15), cuando se hacían sonar las trompetas (Nm. 10.10; Sal. 81.3). Amós pinta a los mercaderes de su época esperando ansiosamente el final de la nueva luna y del día de reposo a fin de poder reiniciar su comercio fraudulento. Por lo tanto parece haber sido considerado, igual que el día de reposo, como un día en que no se hacían los trabajos corrientes. La referencia podría ser, sin embargo, a la nueva luna del 7º mes, con relación a la cual la ley indicaba específicamente que no debía cumplirse ninguna tarea servil (Lv. 23.24–25; Nm. 29.1–6). 2 R. 4.23 sugiere que tanto la luna nueva como el día de reposo proporcionan una oportunidad, según se consideraba, para consultar a los profetas, y Ezequiel señala la luna nueva como día especial para el culto (Ez. 46.1, 3).

La luna se menciona juntamente con el sol como símbolo de permanencia (Sal. 72.5). Se la menciona como maravilla de la creación (Sal. 8.3), y como que señala con su comportamiento la venida del Mesías (Mr. 13.24; Lc. 21.25). El Sal. 121.6 sugiere que se consideraba que era capaz de afectar la mente, y en el NT se usan en Mt. 4.24 y 17.15 palabras griegas que significan literalmente "herido por la luna".

En Job 31.26 se menciona a la luna como objeto de culto idolátrico, y la arqueología ha demostrado que se la deificaba en el Asia occidental antigua, desde la época sumeria temprana hasta la islámica. En la Mesopotarnia se adoraba al dios sumerio Nanna, al que los acadios dieron el nombre de Sin, particularmente en Ur, donde era el dios principal de la ciudad, y también en la ciudad de Harán en Siria, que mantenía vínculos estrechos de tipo religioso con Ur. Los textos ugaríticos han puesto de manifiesto que allí se adoraba a una deidad lunar con el nombre de yrhÉ. En los monumentos se representaba al dios mediante el símbolo del cuarto de luna creciente (Amuletos). En Hazor, Palestina, se descubrió un pequeño santuario cananeo de la edad del bronce tardía que contenía una estela de basalto que representaba dos manos levantadas hacia la luna en actitud de oración, tal vez como indicación de que el santuario estaba dedicado al dios luna.