I. Historia
La obra de Esdras fue continuada por los que trataban de dominar el texto y la enseñanza de la ley en todos sus detalles—los escribas del NT fueron sus descendientes espirituales—y por el círculo más amplio de los que meticulosamente trataban de poner en práctica su enseñanza. A comienzos del ss. II a.C. los encontramos con el nombre de h\‡séÆdéÆm, e. d. los fieles de Dios (Asideos).
El nombre "fariseo" aparece primeramente en el contexto de los primeros reyes-sacerdotes asmoneos. Los asideos probablemente se habían dividido. La minoría, basándose en la ilegitimidad del sumo sacerdocio y el abandono de ciertas tradiciones, se retiró de la vida pública a la espera de una intervención escatológica de Dios. La mayoría se proponía lograr el control de la religión del estado. La interpretación tradicional de los fariseos como "los separados" es mucho más probable que la del sobrenombre "los persas". Sus puntos de vista sobre el diezmo hicieron ineludible su separación de la mayoría.
Bajo Juan Hircano (134–104 a.C.) tuvieron mucha influencia y contaron con el apoyo del pueblo , pero al romper con él, este se volvió hacia los saduceos. La oposición farisea bajo Alejandro Janeo (103–76 a.C.) llegó a tal punto que hasta apelaron al rey seléucida, Demetrio III, en busca de ayuda. Janeo triunfó y crucificó a unos 800 opositores importantes. En su lecho de muerte, empero, le aconsejó a su mujer, Alejandra Salomé, quien lo sucedió (76–67 a.C.), que pusiera el gobierno en manos de los fariseos, los que desde ese momento mantuvieron una posición influyente en el sanedrín.
Sufrieron grandemente bajo Antípater y Herodes, y evidentemente comprendieron que no se puede lograr fines espirituales mediante medios políticos, porque después de la muerte de Herodes vemos que algunos de ellos piden un gobierno romano directo. Por la misma razón la mayoría de ellos se opuso a la rebelión contra Roma (66–70 d.C.). En consecuencia, Vespasiano favoreció a Yohanán ben Zakkai, uno de los líderes de ellos, y le permitió establecer una escuela rabínica en Jamnia (Yavneh). Para entonces las controversias entre el partido del riguroso Shammai y el del más liberal Hillel habían terminado en un acuerdo, los saduceos habían desaparecido, y los zelotes estaban desacreditados—después de la derrota de Barcoquebá en 135 d.C. ellos también desaparecieron—de modo que los fariseos se convirtieron en los líderes incuestionados de los judíos. Para el 200 d.C. judaísmo y fariseísmo constituían términos sinónimos.
II. Relación con otros partidos
Los fariseos fueron siempre un grupo minoritario. Bajo Herodes su número fue algo superior a los 6.000. La posterior actitud en su relación con el pueblo común (>am ha'aµres\), evidenciada por muchos pasajes talmúdicos del ss. II d.C., indica que la rigurosidad de su interpretación de la ley no tenía ningún atractivo intrínseco. Los apocalípticos tenían poca influencia excepto a través de los zelotes, y su atracción parece haberse manifestado principalmente entre un proletariado desesperado. Los saduceos provenían en su mayoría de los terratenientes acomodados; la tradición talmúdica distingue claramente entre ellos y sus aliados, la casa de Boeto, el clan sumo sacerdotal. A su modo eran tan rigurosos como los fariseos, sólo que aplicaban las leyes y sus tradiciones sin pensar en las consecuencias: dada su riqueza podían aguantarlas. Los fariseos siempre tuvieron en cuenta el interés público. No es mera coincidencia el que Shammai, el fariseo riguroso, procediera de una familia aristocrática y rica, mientras que Hillel era hombre del pueblo. Para el pueblo el atractivo principal de los fariseos era que en su mayoría provenian de la clase media baja y de las mejores capas de los artesanos y que, comprendiendo al hombre común, trataban sinceramente de hacer que la ley les resultase llevadera.
Las diferencias que se detectan —la creencia farisea en la inmortalidad del alma, que habría de reencarnarse (reanimar el cuerpo de resurrección), y en la anulación del destino (e. d. Dios), mientras que los saduceos no creían ninguna de las dos cosas (Mt. 22.23; Hch. 23.8)—eran secundarias evidentemente. Fundamentalmente los saduceos consideraban que el culto del templo constituía el centro y el propósito principal de la ley. Los fariseos destacaban el cumplimiento individual de todos los aspectos de la ley, del que el culto era sólo una parte, como la razón de su existencia. Las diferencias externas expresaban sus actitudes internas.
III. Enseñanza
Para la concepción farisaica de la religión resultaba básica la creencia de que el exilio bábilónico tuvo su origen en el hecho de que Israel no guardó la Tora (la ley mosaica), y guardarla constituía una obligación individual como también nacional. Pero la Torá no era simplemente "ley" sino también "instrucción", e. d. consitía no sólo en mandamientos fijos sino que se adaptaba a las condiciones cambiantes, y de ella podía inferirse la voluntad de Dios para situaciones no mencionadas expresamente. Esta adaptación o inferencia era la tarea de quienes habían hecho un estudio especial de la Torá, y la decisión de la mayoría debía ser acatada por todos. Una de las primeras tareas de los escribas fue la de determinar el contenido de la Torá escrita (toÆraÆ sûe-bik_tab_). Establecieron que contenía 613 mandamientos, 248 positivos, 365 negativos. El paso siguiente consistió en "poner una cerca" alrededor de ellos, interpretarlos y complementarlos de tal modo que se eliminara la posibilidad de quebrantarlos por error o por ignorancia. El ejemplo más conocido lo constituyen las frecuentemente citadas treinta y nueve especies principales de actos prohibidos en el día de reposo. Sin embargo, no tienen nada de irrazonable o ilógico cuando se acepta la prohibición literal de trabajar en dicho día. Los mandamientos fueron aplicados por analogía a situaciones no contempladas directamente por la Torá. Todas estas elaboraciones, juntamente con las treinta y una costumbres de "uso inmemorial", formaban la "ley oral" (toÆraÆ sûe-bƒ->al peh), cuya elaboración completa es posterior al NT. Estaban convencidos de que tenían la recta interpretación de la Torá, y sostenían que esta "tradición de los ancianos" (Mr. 7.3) provenía de Moisés en el Sinaí.
Más allá de una insistencia absoluta en la unidad y la santidad de Dios, la elección de Israel y la autoridad absoluta de la Torá para él, el enfoque en la religión del fariseo era ético, no teológico. La reprobación de que fueron objeto por parte de nuestro Señor (Hipócrita) tiene que interpretarse a la luz del hecho indudable de que éticamente ocupaban una posición más elevada que la mayoría de sus contemporáneos. El lugar destacado que los fariseos asignaban al diezmo, y su negativa a comprar comestibles a los no fariseos, o a comer en sus casas, por temor a que la comida no hubiese sido diezmada, como ocurría con frecuencia, se debía a las muy pesadas cargas creadas por los diezmos, agregados al régimen impositivo introducido por los asmoneos, los herodianos, o los romanos. Para el fariseo diezmar plenamente constituía una marca de lealtad a Dios.