Esenios (gr. Esseµnoi, Essaioi, saioi, muy probablemente del arameo plural de ‘sanador’; cf. Therapeutai de Filón), comunidad religiosa judaica que floreció en el ss. I a.C. y en el I d.C., y es la tercera de las "filosofías" o escuelas de pensamiento judías mencionadas por historiadores de la época.
La descripción que hace de los esenios tiene como fin ilustrar de que solamente el hombre verdaderamente bueno es verdaderamente libre. Estima en unos 4.000 su número, y nos dice que viven en aldeas, trabajando duramente en tareas agrícolas y otras semejantes, dedicando mucho tiempo al estudio comunitario de cuestiones morales y religiosas, incluyendo la interpretación de los textos sagrados. Prestan atención escrupulosa a la pureza ceremonial; tienen toda su propiedad en común, se abstienen de hacer sacrificios de animales, practican el celibato, no tienen esclavos, proveen para los miembros que no pueden trabajar por razones de enfermedad o edad avanzada, no hacen juramentos, no toman parte alguna en actividades militares o comerciales, y en general cultivan todas las virtudes. Dicen que los esenios viven en su lado occidental, arriba de Engadi. Han vivido allí durante generaciones incontables, renunciando tanto a las mujeres como al dinero; y sin embargo su número se ha mantenido, dado que son tantos lo que acuden constantemente a plegarse a esa existencia solitaria por haberse cansado de la vida común.
Las descripciones están idealizadas y llenas de exageración retórica. otras nos parecen objetivas y basadas en información de primera mano. Había esenios en todas las ciudades de Judea, incluyendo Jerusalén. Practicaban la hospitalidad; un esenio procedente de un lugar distante seguramente era tratado como un hermano por cualquier otro esenio a cuya casa acudiese. Pero buena parte de la descripción de Josefo pone de manifiesto una vida comunitaria imposible de practicar en las ciudades; es posible que los esenios plenamente iniciados vivieran en comunidades separadas, al mismo tiempo que tenían miembros asociados vinculados a su orden, que vivían en las ciudades y continuaban viviendo como los demás.
Josefo nos proporciona un relato bastante detallado del procedimiento de iniciación de los esenios. Comprendía un noviciado de tres años. Al finalizar el primer año el novicio (que ya vestía el hábito blanco de la orden) era admitido al ritual de la purificación en agua, pero debían pasar dos años más antes de que fuera admitido para compartir la comida comunal. Evidentemente esto era señal de integrante pleno. Antes de pasar definitivamente del noviciado a la integración plena se le exigía al candidato que prestase una sucesión de juramentos solemnes.
Este relato ofrece una semejanza general con las reglas de admisión a la comunidad de Qumrán, si bien difiere en una serie de detalles; por ejemplo, establece un noviciado de dos años, en lugar de tres.
El día de los esenios, según los historiadores, comenzaba antes de la salida del sol con oraciones matutinas, dirigidas al sol, "como rogándole que salga". Luego se encaminaban a cumplir las tareas asignadas, bajo la dirección de capataces, y trabajaban hasta el medio día. Al medio día los miembros se bañaban y participaban de una comida sencilla en común; luego volvían a ponerse la ropa de trabajo y continuaban con sus tareas hasta la noche, cuando se reunían nuevamente a comer.
Otros historiadores no dicen nada sobre la plegaria de los esenios dirigida al sol: según continúan en oración desde muy temprano, y no hablan una sola palabra hasta que han cantado un himno de alabanza a Dios . La práctica descrita puede haber sido la de los sampseos, un grupo posiblemente asociado con los esenios, que adquirió su nombre (el hebreo sûemesû, ‘sol’) de actos de homenaje supuestamente rendidos al sol como manifestación de la divinidad. El término esenio, en efecto, se usaba algunas veces para abarcar a un conjunto bastante amplio de cuerpos sectarios judaicos que se separaban de la corriente principal de la vida judía. Uno de ellos, casi seguramente, era la comunidad de Qumrán; puede haber habido varios más, de los cuales sabemos tan poco como lo que sabíamos de la comunidad de Qumrán antes de los descubrimientos de 1947 y años subsiguientes.
Si se llegara a demostrar que la comunidad de Qumrán era una comunidad esenia (tal vez de aquellos esenios que Josefo distingue de los demás porque no se abstenían de casarse), la literatura de Qumrán tendrá que ocupar un lugar superior a todos los otros relatos sobre los esenios que nos han llegado de la antigüedad, por cuanto procede de dentro de sus propias filas. Entonces corresponderá confrontar las afirmaciones de los autores antiguos con los textos de Qumrán, y no a la inversa.