No hay ningún equivalente heb. exacto del lat. calendarium, y el paso del año se marcaba generalmente haciendo referencia a los meses, las épocas agrícolas, o las fiestas principales.
a. El año (heb. sûaµnaÆ, designado así por el cambio o la sucesión de las estaciones): al comienzo se consideraba que empezaba con el mes otoñal (séptimo) de Tisrí (Ex. 23.16; 34.22), época tamb. del comienzo del año sabático (Lv. 25.8–10). Mientras se encontraban en Egipto es posible que los hebreos se hayan acomodado al año solar de 12 meses, cada uno de 30 días + 5 días adicionales, e. d. 365 días, pero de ser así se hizo un cambio posteriormente y el "principio de los meses", o primer mes del año, se fijó en la primavera (Ex. 12.2; 13.3–4; 23.15; Dt. 16.1, 6). En adelante el año heb. siguió el calendario semítico occidental con un año de 12 meses lunares (1 R. 4.7; 1 Cr. 27.1–15). No hay seguridad en cuanto a si el comienzo del año en la primavera (Nisán) era para el uso en el ritual únicamente, por cuanto existen algunas indicaciones de que el año para fines civiles se calculaba a veces a partir del mes otoñal de Tisrí.
b. El mes. El año calendario hebeo se componía de meses lunares, que comenzaban cuando el delgado cuarto creciente de la luna nueva resultaba apenas visible a la hora de la puesta del sol. El día de la luna nueva que comenzaba de este modo se consideraba santo. Se consideraba que el mes (heb. yerah\, "luna") consistía de 29/30 días y, en razón de que el año lunar tenía unos 11 días menos que el año solar, resultaba necesario intercalar periódicamente un decimotercer mes con el fin de que el día del año nuevo no cayese antes de la primavera del año (marzo-abril). No se conocen detalles precisos del método empleado por los hebreos para acomodar el calendario agrícola con el lunar. Es posible que hayan interpuesto un segundo Adar (duodécimo mes) o un segundo Elul (sexto mes) dentro del ciclo lunar de 3, 6, 11, 14, 17 ó 19 años. Existen algunos indicios del uso hebreo de meses intercalados después de Adar (Nm. 9.11; 2 Cr. 30.2–3; cf. 1 R. 12.32–33), aunque tal vez en algunas ocasiones después de Nisán (cf. 2 Cr. 30.2ss), como se hacía en Mesopotamia. En el libro de Jubileos (ca. 105 a.C.) se usaba un calendario estrictamente solar; cf. 1 Enoc 72–82.
La observación del equinoccio otoñal, "la salida del año" (Ex. 23.16), y de la primavera o equinoccio vernal, llamada "la vuelta del año" (1 R. 20.26; 2 Cr. 36.10), era importante para regular el calendario y, consecuentemente, las fiestas. Así el año comenzaba con la nueva luna más cercana al equinoccio vernal, cuando el sol estaba en Aries (Jos., Ant. 3. 201), y la pascua, el día catorce de Nisán, coincidía con la primera luna llena (Ex. 12.2–6).
Los primitivos nombres de los meses probablemente eran referencias locales palestinas a las estaciones, y difieren de la designación de los nombres de los meses en los textos de Siria (Ras-Shamra, Alalak, Mari). Algunos se conocen por el fn. también. Abib, "maduración del grano" (Ex. 13.4); Ziv (1 R. 6.1, 37); Etanim (1 R. 8.2) y Bul (1 R. 6.38) de significado incierto, son los únicos nombres que se conservan de dicho período. En todos los períodos los meses se designaban generalmente en forma numérica; primero, Ex. 12.2; segundo, Gn. 7.11; tercero, Ex. 19.1; cuarto, 2 R. 25.3; quinto, Nm. 33.38; sexto, 1 Cr. 27.9; séptimo, Gn. 8.4; octavo, Zac. 1.1; noveno, Esd. 10.9; décimo, Gn. 8.5; undécimo, Dt. 1.3; duodécimo, Est. 3.7. En tiempos posexílicos se usaron los nombres de los meses del calendario babilónico.
c. Las estaciones: el calendario agrícola. Si bien los hebreos adoptaron un calendario basado en los meses lunares, también, como agricultores, indicaban comúnmente la época del año por la estación correspondiente, más bien que con los nombres o la numeración de los meses. Así, el año que en Palestina se dividía aproximadamente en estación seca (abril-septiembre) y la estación lluviosa (octubre-marzo), podía a su vez subdividirse generalmente en época de "la sementera" (noviembre-diciembre) y de "la siega" (abril-junio; Gn. 8.22). Designaciones más específicas servían para indicarles a los moradores locales los meses precisos, p. ej., la siega del trigo (Gn. 30.14; Jue. 15.1) o de la cebada (2 S. 21.9; Rt. 1.22) se refiere a marzo-abril; "la arada" (Ex. 34.21) sería marzo; y "las primeras uvas" (Nm. 13.20) el mes de Tamuz (junio-julio). "La lluvia temprana" (basada en el antiguo calendario civil que comenzaba en Tisré) caía en septiembre-octubre, y la "lluvia tardía" en marzo-abril. Los "frutos del verano" (qaµyis\) de agosto-septiembre le dieron su nombre al verano", llamado tamb. "calor". Los meses de Tebet y sebat\ eran los meses "fríos" (véase la tabla, bajo el encabezamiento "Estaciones").
Con las referencias anteriores relacionadas con el AT podemos comparar el calendario agrícola toscamente escrito en piedra, quizá un palimpsesto inscrito por un niño de edad escolar en el ss. X a.C., que se encontró en Gezer en 1908. La traducción es incierta, pero enumera las operaciones agrícolas para los doce meses del año, comenzando con el otoño: "Dos meses de almacenamiento. Dos meses de siembra. Dos meses de crecimiento primaveral. Mes de arrancar lino. Mes de cosecha de la cebada. Mes cuando se cosecha todo (lo demás). Dos meses de poda (de las vides). Mes de la fruta de verano".
d. Otros modos de dar cuenta de las épocas y las estaciones comprenden palabras generales para un determinado "tiempo" o fiesta (
II. Entre los testamentos
El "año … del imperio de los griegos" es la era de los Seléucidas, que data oficialmente desde el primer día del mes macedonio denominado Dios (setiembre/octubre) en 312 a.C. Dicha era es la que se utiliza en 1 Mac., si bien en algunas de las fuentes empleadas en dicho libro (bajo la influencia del modo babilónico de contar el comienzo del año a partir de Nisán) la era comienza en marzo/abril, 311 a.C.
III. En el Nuevo Testamento
Las fechas en el NT se calculan ocasionalmente tomando como referencia a los gobernantes gentiles. El ejemplo más complejo es el de Lc. 3.1s, donde el comienzo del ministerio de Juan el Bautista se cuenta no sólo "en el año decimoquinto del imperio de Tiberio César" (e. d. 27–28 d.C., según el cómputo utilizado en el anterior reino seléucida, donde se sostenía que un nuevo año real comenzaba en setiembre/octubre), sino también haciendo referencia a gobernantes que se encontraban en funciones en ese momento, ya fuesen seculares o sacerdotales, en Judea y los territorios vecinos. Cf. fechamientos referidos a los emperadores Augusto (Lc. 2.1) y Claudio (Hch. 11.28), los gobernadores provinciales Cirenio (Lc. 2.2) y Galión (Hch. 18.12), y Herodes, rey de los judíos (Mt. 2.1; Lc. 1.5).
En general, sin embargo, los escritores del NT miden el tiempo tomando como base el calendario (o calendarios) judaico vigente. El relato bíblico contiene continuas referencias a fiestas y ocasiones sagradas judías especiales. Esto es particularmente cierto en el caso del cuarto evangelio; cf. Jn. 2.13, 23 (pascua); 5.1 (tal vez el año nuevo); 6.4 (pascua); 7.2 (fiesta de los tabernáculos; en el vv. 37 "el último y gran día de la fiesta" es el día octavo; cf. Lv. 23.36; Nm. 29.35; Neh. 8.18); 10.22 (dedicación, el 25 de Quisleu; cf. 1 Mac. 4.59); 11.55ss (pascua). también Mt. 26.2; Mr. 14.1; Lc. 22.1 (pascua y fiesta de los panes sin levadura); Hch. 2.1 (Pentecostés); 12.3s (pascua y panes sin levadura); 18.21 (quizá pascua); 20.6 (panes sin levadura); 20.16 (Pentecostés); 27.9 (donde "el ayuno" es el día de expiación, aproximadamente en cuya época cesaba por el invierno la navegación en el Mediterráneo); 1 Co. 16.8 (Pentecostés).
Entre los días de la semana se menciona con frecuencia el día de reposo. El "segundo primer día de reposo" (Lc. 6.1) es, probablemente, un término técnico cuyo significado ya no puede determinarse con precisión. El viernes es "la preparación (gr. paraskeueµ), es decir, la víspera del día de reposo (gr. prosabbaton)" (Mr. 15.42; cf. Jn. 19.31); "la víspera de la pascua" (Jn. 19.14) significa "el viernes de la semana de la pascua" (gr. paraskeueµ tou pasja). El "primer día de la semana" (gr. mia sabbatou o mia toµn sabbatoµn, e. d. un día después del día de reposo) recibe nueva significación por ser el día de la resurrección; cf. (además de los relatos de la resurrección en los evangelios) Hch. 20.7; 1 Co. 16.2; tamb. "el día del *Señor" (gr. kyriakeµ heµmera) en Ap. 1.10.
En general el calendario judío en la época del NT (por lo menos antes del 70 d.C.) se regía por el cómputo saduceo, porque dicho cómputo era el que se seguía para la organización de los servicios en el templo. Así, el día de Pentecostés era el quincuagésimo día después de la presentación de la primera gavilla de cebada cosechada, e. d. el quincuagésimo día (inclusive) a partir del primer domingo después de pascua (cf. Lv. 23.15s); por lo tanto siempre caía en día domingo, como ocurre en el calendario cristiano. El cómputo farisaico, que se adoptó oficialmente después del 70 d.C., interpretaba el "sábado" (o "día de reposo") de Lv. 23.15 como la fiesta de los panes sin levadura, y no como el reposo semanal; en ese caso Pentecostés caía siempre en el mismo día del mes (consideración importante para quienes estimaban que señalaba el aniversario de la promulgación de la ley), pero no en el mismo día de la semana.
Más importante todavía que las diferencias menores entre los saduceos y los fariseos con respecto al calendario era la brecha entre los saduceos y los fariseos, por un lado, y aquellos, por el otro, que seguían el calendario "sectario" conocido por el libro de Jubileos y ahora también por la literatura de Qumrán. Si Jesús y sus discípulos siguieron dicho calendario "sectario", ello tal vez explicaría por qué celebraron la pascua antes de su arresto, mientras que los jefes de los sacerdotes y sus asociados no la celebraron hasta después de su crucifixión (Jn. 18.28).