Cabello

La costumbre israelita normal, para ambos sexos, parece haber sido la de dejar crecer el cabello hasta una longitud considerable. La gran cabellera de Absalón se menciona con aparente admiración (2 S. 14.26). Sólo su peso lo obligaba a hacérsela cortar anualmente. La Biblia menciona barberos (Ez. 5.1), pero su función era recortar más bien que cortar completamente el cabello. Pero ya para el período del NT el cabello largo se consideraba "deshonroso" para el hombre (1 Co. 11.14), aunque se trata de una declaración hecha por Pablo a una iglesia griega. Las mujeres, por otra parte, en ambos períodos, llevaban el cabello largo y prácticamente sin cortar. El Talmud menciona peluqueros para mujeres, pero la raíz de la palabra (mƒg÷addƒlaÆ) significa más bien "trenzar" que "cortar". La calvicie no gustaba, quizá por su posible conexión con la lepra (Lv. 13), y evidentemente la referencia de los jóvenes a la calvicie de Eliseo fue un insulto premeditado. En Egipto, empero, se afeitaban la cabeza y el rostro, y José tuvo que adaptarse a la costumbre (Gn. 41.14). Se admiraba el cabello oscuro en ambos sexos; pero el cabello cano era muy honorable y consiguientemente se lo reverenciaba (Ancianidad, edad avanzada). Vemos a Dios mismo descripto con "el pelo de su cabeza como lana limpia" (Dn. 7.9; cf. Ap. 1.14). Pero Herodes el Grande aparentemente prefería una apariencia más juvenil, ya que se hizo teñir el cabello cuando empezó a encanecer.

Se trataba el cabello de diferentes maneras. Sansón tenía siete trenzas, y las mujeres frecuentemente se trenzaban o rizaban el cabello. Los soldados que iban a la batalla lo dejaban suelto, pero tenerlo desarreglado era señal de duelo, y mesárselo indicaba temor y pesadumbre. El recorte del cabello tenía que efectuarse en forma especial; los israelitas no debían cortarse el mechón de la frente (Lv. 19.27), debido a que era un rasgo de ciertos cultos idólatras (Dt. 14.1). Hasta hoy los judíos ortodoxos observan esta costumbre; es posible que los niños pequeños anden con el cabello muy corto, con excepción de los bucles que cuelgan alrededor de las orejas. Ezequiel instruyó a los sacerdotes acerca de su cabello (44.20). Los nazareos tenían que usar el cabello sin recortar mientras durara su voto, y luego afeitarlo completamente. Esto último significaba purificación (Lv. 14.8). Otro caso especial es el de Sansón, en cuyo cabello sin recortar residía el secreto de su fuerza.

Era señal de hospitalidad ungir la cabeza del huésped (Lc. 7.46). Frecuentemente se ungía el cabello en ocasiones festivas (Sal. 45.7). El jurar por el cabello (o la cabeza) era una costumbre que Jesús no aprobaba (Mt. 5.36).

En metáfora y en símil se empleaba el cabello para simbolizar multitud, insignificancia y precisión (Sal. 40.12; Mt. 10.29s; Jue. 20.16).