La aparente posesión por espíritus es un fenómeno mundial. Se trata de algo que puede buscarse deliberadamente, como han hecho siempre, por medio del chamán y el hechicero, los pueblos primitivos, y por medio del médium tanto los pueblos primitivos como los civilizados. Puede sobrevenirle a ciertos individuos repentinamente, como en el caso de los que presencian ritos vudú, o también en la forma que generalmente se ronoce como posesión demoníaca. En cada caso, la persona poseída se comporta de una manera que no le es normal, habla en un tono de voz totalmente diferente de lo normal, y a menudo exhibe poderes de telepatía y clarividencia, al margen de actitudes y posesiones, pero es necesario hacer incapie que a pesar de todos estos sintomas, no siempre se puede discernir humanamente estas posesiones.
En la Biblia los profetas paganos probablemente buscaban este tipo de posesión. En esta categoría figurarían los profetas de Baal de 1 R. 18. Los médium, que estaban proscritos en Israel, deben haber cultivado deliberadamente la posesión, ya que la ley los considera personas culpables, y no enfermas (por ejemplo Lv. 20.6, 27). En el AT Saúl constituye un ejemplo sobresaliente de posesión no buscada. El espíritu lo abandona, y "le atormentaba un espíritu malo de parte de Jehová" (1 S. 16.14; 19.9). Con toda justicia podríamos interpretar esto diciendo que si una persona se ha abierto en forma poderosa al Espiritu Santo en sentido carismático, la desobediencia puede ocasionar la entrada en su vida de un espíritu malo permitido por Dios. Por otro lado, podríamos decir simplemente que "malo" no reviste aquí connotación moral, sino que significa depresión. El espíritu "malo" es ahuyentado por la música de David: ya que normalmente, cuando se tocaba algún instrumento, se acompañaba con canto, es probable que hayan sido los salmos cantados por David los que ahuyentaban al espíritu, como se sugiere por algunos escritores.
El NT registra muchos casos de posesión demoníaca. Daría la impresión de que Satanás reunió sus fuerzas de una manera especial para desafiar a Cristo y a sus seguidores. Los relatos en los evangelios demuestran que Cristo hacía una distinción entre las enfermedades comunes y aquellas que acompañaban a la posesión demoníaca. Las primeras eran curadas colocando las manos sobre el enfermo, o por ungimiento, las otras ordenando al demonio que saliera del poseído (por ejemplo Mt. 10.8; Mr. 6.13; Lc. 13.32; también Hch. 8.7; 19.12). Aparentemente la posesión no era siempre continua, pero cuando se producía sus efectos eran a menudo violentos (Mr. 9.18). La ceguera y la mudez, cuando eran causadas por una posesión demoníaca, presumiblemente eran persistentes (por ejemplo Mt. 9.32–33; 12.22).
La mayoría de los psicólogos descarta la idea de la posesión demoníaca. Un buen escritor, cuyas obras en alemán se ha publicado en inglés sostiene que los equivalentes de la posesión demoníaca en el día de hoy constituyen "un complejo de fenómenos compulsivos particularmente extensos". Así también otro escritor misionero, considera que la posesión demoníaca es un fenómeno genuino, y la mayoría de los misioneros probablemente estaría de acuerdo.
Es posible adoptar una posición intermedia y sostener que un demonio puede apropiarse de una faceta reprimida de la personalidad, y desde este punto central ejercer influjo sobre las acciones del individuo. El demonio puede producir ceguera o mudez histéricas, o síntomas de otras enfermedades, tales como la epilepsia. En muchos pueblos los ataques epilépticos se han considerado como señal de que la persona está poseída por un espíritu o un dios, y la verdad es que los epilépticos son con frecuencia psíquicamente sensibles. La Biblia no vincula la epilepsia con la posesión demoníaca, y aun la descripción de los ataques del muchacho poseído de Mt. 17.14s; Mr. 9.14s; Lc. 9.37s, parece indicar algo más que mera epilepsia. Se desconoce todavía la naturaleza de la epilepsia, pero puede ser provocada artificialmente en personas aparentemente normales. Quienes estudian las perturbaciones de la personalidad saben que muchas veces es imposible explicar cómo se originan. No estamos afirmando que todas, ni aun la mayoría, de las perturbaciones psíquicas son consecuencia de posesión demoníaca, pero algunas pueden serlo.
La Biblia no dice cuáles son las condiciones que predisponen a la posesión demoníaca, aunque las palabras de Cristo en Mt. 12.44–45 indican que una "casa desocupada" puede ser nuevamente ocupada. La iglesia primitiva echaba fuera los demonios en el nombre de Jesucristo (Hch. 16.18), pero parece ser que también había exorcistas no cristianos que lograban algún éxito (Lc. 11.19; pero nótese Hch. 19.13–16).
El mandamiento de "probar los espíritus" en 1 Jn. 4.1–3 demuestra que había falsos profetas en la iglesia que hablaban bajo posesión. Ya que los espiritistas dan mucha importancia a este versículo, debe tenerse en cuenta que la Biblia nunca habla de ser poseído por un espíritu bueno que ha partido, o por un ángel. Las alternativas son el Espíritu Santo o un espíritu maligno. Véase también 1 Co. 12.1–3.